Es la propuesta del papa emérito Benedicto XVI «Si la Iglesia debe transformar, mejorar, ‘humanizar’ el mundo, ¿cómo puede hacer esto y renunciar al mismo tiempo a la belleza, que es una con el amor y con ello el consuelo verdadero?
La Iglesia debe ser ambiciosa, debe ser una casa de lo bello, debe guiar la lucha por la ‘espiritualización’, sin la cual el mundo se convierte en el ‘primer círculo del infierno’.
La Iglesia «debe ser el lugar de la ‘gloria’ y así también el lugar en el cual los lamentos de la humanidad son conducidos al oído de Dios… debe despertar la voz del cosmos glorificando al Creador y debe convertir al mismo cosmos en glorioso, y por tanto bello, habitable, amable».
«En Mozart todo está en perfecta armonía, cada nota y cada frase musical; los opuestos se reconcilian y la ‘serenidad mozartiana’ envuelve todo. Es un don de la gracia de Dios, pero también el fruto de la fe viva de Mozart que, sobre todo en su música sacra, consigue reflejar la respuesta luminosa del amor divino que da esperanza incluso cuando la vida humana está lacerada por el sufrimiento y la muerte». «El Réquiem de Mozart es una elevada expresión de fe, que conoce muy bien la tragedia de la existencia humana y no oculta sus aspectos dramáticos, y por lo tanto una expresión de fe propiamente cristiana, consciente de que toda la vida del ser humano está iluminada por el amor de Dios», concluyó.
“Beethoven Con la novena sinfonía sorprende al público con una composición que rompe la forma tradicional de la sinfonía y que, en cooperación con la orquesta, el coro y los solistas, se eleva a un extraordinario final de optimismo y de alegría, la música misma deja intuir algo que está en la base de esta explosión de júbilo»
“Schubert con su trama melódica penetra el alma con dulzura, y lleva a quien lo escucha a sentir el mismo llamamiento a la verdad del corazón, la verdadera alegría está radicada en aquella libertad que, en última instancia, sólo Dios puede donar».
Benedicto vive en un convento dentro de los jardines del Vaticano, protegido por la mirada atenta de la Guardia Suiza. Es atendido por cuatro asistentas que trabajaban con él cuando era Papa y por Gänswein y su hermano Georg, que acaba de cumplir 90 años.