“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra”. Mt 5,3-12
Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el único que lo puede satisfacer. Catecismo 1718
“Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mat 11:29
“Los tronos de los príncipes derriba el Señor, y en su lugar asienta a los mansos”. Siracides 10:17
“El Señor ofrece a los mansos la posesión de la tierra, esto es, de su cuerpo, aquel que El mismo tomó. Y como por la mansedumbre de nuestro corazón habita Jesucristo en nosotros, cuando esto sucede, también quedamos adornados con la gloria de su cuerpo”. San Hilario
“He aquí que tu Rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de burra.” Mat, 21:5
Mansos son aquellos que ceden hasta ante las exigencias injustas, no se resisten al mal y vencen las malas acciones con las buenas (San Agustín, de sermone Domini, 1,2).
“Al siervo del Señor no le conviene altercar, sino mostrarse manso con todos, pronto para enseñar, sufrido” 2Ti, 2:24
Calma tu emoción para que no te enojes, y si alguna vez te alteras, no peques. Es muy laudable el moderar la alteración con la reflexión y no es una virtud menor dominar la ira que nunca airarse; porque cuando comúnmente esto es más manejable, lo otro es más valorado (San Ambrosio, in Lucam 5, 54)
“Vuestro ornato… consiste en la incorrupción de un espíritu manso y tranquilo; ésa es la hermosura en la presencia de Dios.» 1Pe, 3:4
“Reprime la ira, y depón el furor, no quieras ser émulo en hacer mal. Pues los que obran mal, serán exterminados; mas los que esperan en el Señor, ésos heredarán la tierra. Ten un poco de paciencia… los mansos heredarán la tierra, y gozarán de muchísima paz o prosperidad”. Sal 37:8 -11
“Era Moisés el hombre más manso de cuantos moraban sobre la tierra”. Núm, 12:3
































