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Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

El Sermón de la montaña contiene la formulación más amplia y completa de la Ley nueva, en clara conexión con el Decálogo entregado por Dios a Moisés en el monte Sinaí. La promesa de la vida eterna y del reino de los cielos pertenece al Nuevo Testamento. El Antiguo sólo contiene promesas temporales.

Se recuerda que la misericordia divina presente en los medios de salvación confiados a la Iglesia constituye derechos de los fieles respecto a los ministros que deben -con deber de justicia- administrarla.

Dicha administración debe hacerse en la verdad y con justicia: los fieles tienen derecho a recibir los auténticos bienes que constituyen la verdadera misericordia (por ejemplo, la auténtica doctrina y no otra por mucho que se adapte a las costumbres). La misericordia sin justicia trae un mal mayor, a veces al mismo destinatario.

“La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad y la misericordia sin justicia es libertinaje”. Santo Tomas

“Porque se han infiltrado ciertos hombres, ya desde hace tiempo señalados en la Escritura para esta condenación, hombres impíos que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro, Jesucristo”. Jud 1:4

“El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado”. Pío XII

“La verdadera misericordia busca la felicidad de los demás. No puede ser feliz quien es esclavo de la miseria (pecado)”. San Agustín

“Los hombres, viviendo en violenta guerra de ignorancia, llamaron paz a tan grandes males; pues celebran iniciaciones infanticidas, o misterios ocultos, o desenfrenadas orgías de ritos extraños y ya no guardan la pureza de su vida ni la del lecho conyugal, pues unos a otros se matan con asechanzas o con el adulterio se infaman. Y en todo domina la sangre y el homicidio, el robo y el engaño, la corrupción y la infidelidad, la rebelión y el perjurio, la vejación de los buenos, el olvido de los beneficios, la contaminación de las almas, los crímenes contra naturaleza, la perturbación de los matrimonios, el adulterio y la lascivia. Sab 14:22,26

“Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Galatas 5,19-21; Rm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10; 2 Tm 3, 2-5).

“Os digo, pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya
como viven los gentiles según la vaciedad de su mente, sumergido su
pensamiento en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la
ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su cabeza, los cuales,
habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta
practicar con desenfreno toda clase de impurezas”. Ef 4,7

“Muchos hombres se consideran buenos, pero un hombre fiel, ¿quién lo hallará?” Pro 20:6

Dios, que de antemano conoce todas las cosas, preparó para unos y para otros sendas moradas: con toda bondad otorga la luz de la incorrupción a aquellos que la buscan; en cambio aparta de sí a quienes la desprecian y rechazan, huyendo por su cuenta y cegándose. Para quienes repudian la luz y escapan de él, ha preparado las tinieblas correspondientes, a las que los entregará como justo castigo. Sujetarse a Dios es el descanso eterno. Por eso quienes huyen de la luz tendrán un puesto digno de su fuga, y quienes huyen del descanso eterno también tendrán la morada que merecen los desertores. En Dios todo es bien, y por eso quienes por propia decisión huyen de Dios, a sí mismos se defraudan y privan de sus bienes. Y por ello quienes a sí mismo se han defraudado en cuanto a los bienes de Dios, en consecuencia caerán en su justo juicio. Quienes se escapan del descanso, justamente vivirán en su castigo, y quienes huyeron de la luz vivirán en tinieblas. Así como sucede con la luz de este mundo: quienes se fugan de ella, por sí mismos se esclavizan a la obscuridad, de manera que es su propia culpa si quedan privados de la luz y deben habitar en las sombras de la noche. La luz no es la causa de ese modo de vivir, como antes dijimos. De igual modo, quienes evaden la luz eterna que contiene en sí todos los bienes, por su propia culpa vivirán en las tinieblas eternas, privados de todo bien, pues ellos mismos han construido su propio tipo de morada. (San Ireneo de Lyon. Contra los herejes. Libro IV, cap. 39, n. 4)

Por #bottegadivina

Bottega Divina es un Canal dedicado a aplicar la tradición moral Cristiana a situaciones críticas en la política y la sociedad. Abogamos y velamos por la aplicación de los principios fundamentales de la sociedad, como el derecho natural, en los ámbitos políticos y sociales.

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