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Legitima Defensa

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Todo ciudadano y todo gobernante están obligados a empeñarse en evitar las guerras.

Sin embargo, “…no se podrá negar… el derecho a la legítima defensa”.

Se han de considerar con rigor las condiciones estrictas de una legítima defensa… La gravedad de semejante decisión somete a esta a condiciones rigurosas de legitimidad moral…:

— Que el daño causado por el agresor… sea duradero, grave y cierto.

— Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces.

— Que se reúnan condiciones serias de éxito.

— Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar…

Estos son los elementos tradicionales enumerados en la doctrina llamada de la “Guerra Justa”.

La apreciación de estas condiciones de legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están a cargo del bien común. 2308 Catecismo Catolico.

La legítima defensa, puede tener como resultado la muerte del agresor, esta muerte preserva el derecho a la vida del agredido, que estaba a punto de perderla sin haber dado motivo para la agresión.

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Las guerras paganas se caracterizan por su carácter sanguinario.

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Durante la civilización cristiana, la guerra se humanizó, (los conflictos no se acabaron) el fin de la guerra no era destruir al enemigo, sino poner en fuga al adversario, arrebatar sus estandartes, tomar sus posiciones y se respetaba la población civil; las guerras las hacían los nobles, el pueblo prácticamente tenía prohibido entrar en batalla, solo se le permitía servir como escudero o proveedor de armas al guerrero y no se permitía batallar en las fiestas, existía el código de nobleza, que hacia las guerras hasta ridículas, para el observador moderno, ya que las cargas de caballería prácticamente no producían muertos, eran más torneos y escaramuzas, que aunque podían producir accidentes no estaban orientadas en ese sentido. De allí el uso de armaduras, para evitar estos accidentes.

La decadencia de las civilizaciones, normalmente, coincide con la falta de respeto al orden legal y al derecho a la vida. Fue esto lo que sucedió en la revolución francesa, cuando los ejércitos napoleónicos rompieron los códigos de la guerra noble y entró en uso el cañón, que barría los ejércitos completos con metralla y tenía como objetivo no vencer, sino diezmar y matar al enemigo, mediante el terror y la muerte. Fue la misma práctica que se llevó a cabo con la guillotina. Pero tenemos que tener en cuenta que los ejércitos napoleónicos eran anticristianos, su Dios se llamaba razón y su objetivo era acabar con el orden existente.

Fue el fin de una civilización y el principio de las guerras más brutales que la humanidad hubiera visto, solo cien años después de las guerras napoleónicas, en 1914, la llamada gran guerra, o primera guerra Mundial mató más de 17 millones de personas, “Gracias” al aporte de Alfred Nobel y la dinamita, la guerra de trincheras y la sofisticación de las diferentes estrategias en el arte de matar, en un mundo que no era regido por la visión cristiana del respeto a la vida y los mandamientos. Ya la segunda guerra mundial produjo más de 100 millones de muertos, hoy, con los medios a la disposición estamos a la espera del genocidio más grande que la humanidad haya visto…

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Es casi imposible imaginar el dolor que le puede producir a la familia humana, las armas que una sociedad anticristiana ha desarrollado para matar con dolor, un ejemplo lo vemos en el tipo de balas que se usan, diseñadas no para matar sino para herir, las armas químicas, diseñadas para desprender la piel, causar enfermedades respiratorias imposibilitantes, causar locura temporal para enfrentar a los que son aliados etc…

Es lícita pues, la participación de los cristianos en campañas de violencia activa, siempre que el fin perseguido sea bueno, es decir un “servicio a la voluntad de Dios”.

Este servicio es la legítima defensa del derecho natural, de la Familia, de lo justo, recto y bueno.

«Mucho menor mal es matar al que pone asechanza a la vida ajena que al que defiende la propia» («Libre arbitrio», Libro 1, cap. V, nº 12),San Agustín

Si una comunidad decide practicar el canibalismo, es legítimo atacar esa comunidad, para erradicar este mal que se puede extender a toda la sociedad y pone en riesgo la existencia de la sociedad.

El problema es que los dueños de las armas son precisamente los que legislan en favor de leyes que llevan al conjunto de la sociedad en contravía del orden natural…

«Tomad, pues, la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, vencido todo, os mantengáis firmes. Estad, pues, alerta, ceñidos vuestros lomos con la verdad, revestida la coraza de la justicia» Efesios 6:13

“Si se le aplicase a la realidad humana, una voluntad arbitraria que prescinde del bien como sistema de dominio, se producirían consecuencias devastadoras de atrocidades y dolor para la familia humana”.

Beato Duns Escoto

Por #bottegadivina

Bottega Divina es un Canal dedicado a aplicar la tradición moral Cristiana a situaciones críticas en la política y la sociedad. Abogamos y velamos por la aplicación de los principios fundamentales de la sociedad, como el derecho natural, en los ámbitos políticos y sociales.

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