Después de las apariciones de Fátima y que la virgen les mostrara el Infierno a los pastorcitos, Jacinta se volvió una niña muy seria.
Santa “Jacinta tenía un porte siempre serio, modesto y amable que
parecía reflejar la presencia de Dios en todos sus actos, propio de
personas de edad avanzada y de gran virtud.
Las personas mayores que la visitaban, mostraban
admiración por su conducta, siempre igual, paciente, sin la menor
queja o exigencia. En la postura en que la madre la dejaba, así
permanecía. Si le preguntaban si estaba mejor, respondía:
– Estoy igual,
O:
– Parece que estoy peor. Muchas gracias.
Con un aspecto más bien triste se mantenía en silencio delante del visitante. Las personas se sentaban allí a veces largo rato, al
parecer sintiéndose felices. Allí también tuvieron lugar minuciosos
y fatigosos interrogatorios, y ella, sin mostrar nunca la más mínima
impaciencia o aburrimiento, sólo me decía después:
– ¡Me dolía tanto la cabeza, de oír a aquella gente! Ahora que
no puedo huír para esconderme, ofrezco más sacrificios de éstos
a Nuestro Señor.
Las vecinas a veces iban a coser la ropa a su alcoba, y decían:
– Voy a trabajar un poco al pie de Jacinta. No sé qué es lo que
ella tiene. Se está a gusto a su lado.
Llevaban a sus hijitos para que con ella se entretuvieran ju-
gando, y las madres quedaban así más libres para coser. A las
preguntas que le hacían, respondía con palabras amables, pero
breves. Si contaban alguna cosa que no le pareciese buena, cortaba
enseguida:
– No digan eso que ofenden a Dios Nuestro Señor.
Si contaban alguna cosa de familia que no fuese buena, les
decía:
– No dejen cometer pecados a sus hijos, que pueden ir a pa-
rar al infierno.
Si eran personas mayores:
– Díganles que no hagan eso, que ofenden a Dios Nuestro
Señor, y después pueden condenarse.
Las personas venidas de lejos que, por curiosidad o devoción,
nos visitaban, parecían sentir algo de sobrenatural junto a ella. A
veces al venir a mi casa para hablar conmigo, decían:
– Venimos de hablar con Jacinta y Francisco; junto a ellos siente
uno un no sé qué sobrenatural.
Memorias de la Hermana Lucia pag 186, apariciones de Fátima
Una respuesta a “Jacinta, ejemplo de virtud”
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