
Un 23 de febrero de 303, el emperador romano Diocleciano ordena la destrucción de la nueva iglesia cristiana de Nicomedia, ordena la quema de la biblia y a los cristianos.
Nacido en una familia iliria de bajo estatus social, fue escalando puestos en la jerarquía militar hasta convertirse en el comandante de la caballería del emperador Caro. Los Ilirios son unos gigantes que habitan los Balcanes, y alli construyó Diocleciano su Palacio, seria Teodorico, otro Dacio, de los Balcanes, quien derrumbaria el Imperio Romano, conquistando Roma.
A Diocleciano se le considera a menudo un «déspota oriental» debido a que adoptó un estudiado ceremonial cortesano al estilo persa. Los Balcanes han tenido una clara influencia Judia, fue alli donde muchos se refugiaron luego de la destruccion de Jerusalen. Diocleciano creó una nueva concepción del poder político. Importó el ceremonial de la corte y los títulos del Imperio sasánida de Persia y fue el primer emperador en vestir lujosos ropajes, exigir la adoratio a su persona y decretar que todo lo referido a él fuera considerado «sagrado» o «divino». El título de princeps (‘primer ciudadano’, propio del Principado), al que no renunció, dio paso al de dominus (‘señor’), de ahí el término Dominado .
En el año 300 los cristianos querían seguir en el servicio de armas debían abandonar su religión porque algunos de ellos había invocado a su Dios para rechazar llevarlas. Tres años después comenzaba la «gran persecución», la iglesia cristiana de Nicomedia había sido destruida por un grupo oficial al mando de un prefecto del pretorio.
Ordenaba la destrucción de los edificios y de las Escrituras cristianas y a los funcionarios cristianos se les obligaba a elegir entre su religión o la libertad (se les amenazaba con la esclavitud a los que no renunciaran a sus creencias). Obligaba a todos los ciudadanos a realizar sacrificios bajo pena de muerte, influenciado por un oráculo de Apolo que afirmaba que su actividad estaba siendo obstaculizada por los cristianos, por consejeros anticristianos como Sossianus Hierocles proselito Judio y por el césar Galerio
Diocleciano se quería casar con la joven más linda, hija de unos distinguidos Patricios Romanos, Filomena, pero ella quería ser monja, Diocleciano la mando a matar y con ella más de 10.000 cristianos. Una cifra que nunca conoceremos con certeza (pudieron ser 100.000) pero si pensamos que pocos años después todo el imperio se convirtió, entenderemos que la sangre de esos mártires fue la semilla para millones de conversiones.
Comenzaban los ocho años de la persecución de Diocleciano, justo el día que se celebraban las fiestas Terminalias en honor a Término, el dios de las fronteras, un ángel caído.
Fue quizá la más sangrienta persecución a los cristianos en el Imperio romano. Hay historiadores que describen esta persecución como «la más grande y la última», «la más violenta», y hasta dicen que fue «nada menos que el exterminio del nombre de cristiano»
Primero, Se enfocaron en el clero y demandaban sacrificios universales, ordenando a todos los habitantes realizar sacrificios a los dioses, los cristianos no podían responder a las acciones interpuestas en contra de ellos en los tribunales, habían perdido la nacionalidad; y los senadores, équites, decuriones, veteranos y soldados cristianos fueron desprovistos de sus rangos, y los libertos imperiales fueron esclavizados de nuevo.
Cualquier miembro del clero podría ser liberado, siempre y cuando aceptase realizar un sacrificio a los dioses paganos.
Diocleciano intentab que se fracturase la comunidad cristiana, al dar a conocer la apostasía del clero. La exigencia de sacrificar era algo inaceptable para muchos de los detenidos, aunque sus guardianes a menudo lograron su cumplimiento, al menos nominal. Algunos sacerdotes accedieron voluntariamente y otros, bajo tortura.
Entre los cientos de miles de martires se cuentan
- Cosme y Damián († 303).
- Erasmo de Formia († 303).
- Román de Antioquía († c. 303).
- Víctor de Marsella († 303 o 304).
- Eulalia de Mérida († 304).
- Marcelino († 304).
- Pancracio († 304).
- Vicente de Zaragoza († c. 304).
- Pantaleón († 305).
- Inés de Roma († 305).
- Dorotea († 311).
