
El 16 de abril del año 73 en Judea, los invasores romanos,ingresan en la fortaleza judía de Masada.
En el año 70 se había cumplido la profecía de Jesús sobre Jerusalén.
Entonces Él les respondió y dijo: «¿Veis todo esto? En verdad, os digo, no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada».Mateo 24:2
Los últimos judíos, no convertidos ó judíos zelotes, sicarios guerrilleros que utilizaban el homicidio para lograr sus fines. Se refugiaron en Masada una fortaleza en la cumbre de una montaña en el desierto, a unos 48 km al sureste de Jerusalén, escenario de la última resistencia contra el dominio del Imperio romano (66-73 D.C.).
En el siglo I a.C. el rey judío Herodes el Grande construyó dos palacios fortificados e inexpugnables, desde donde se puede dominar la totalidad de la orilla occidental del mar Muerto, para defenderse de Cleopatra, la reina de Egipto, quien apoyada por Marco Antonio, tenía la intención de conquistar Israel.
Herodes fortifico la inexpugnable meseta con una muralla en todo su perímetro. Construyó sobre el abismo, un palacio de tres plantas sobre diversas terrazas excavadas directamente sobre la roca, para su suministro albergó almacenes y edificios de amplios interiores y se levantaron unos acueductos que conducían el agua hasta unas cisternas, comunicadas unas a otras de tal modo que con el uso de esas cisternas la fortaleza podía aguantar cualquier asedio.
Tras la muerte de Herodes, Masada fue ocupada por una guarnición romana hasta que los zelotes la capturaron en el 66 D.C.

Cuando Jerusalén fue tomada por los romanos en el 70, los últimos rebeldes que quedaban (unas mil personas, entre las que se contaban incluso mujeres y niños) se retiraron a la remota cumbre de la montaña. Bajo el mando de su líder, Eleazar ben Jair, resistieron un sitio de más de dos años por parte de la X Legión Romana, suicidándose antes de rendirse en el 73.

