*Rodney Stark ha escrito unos cuarenta libros, incluyendo un cierto número sobre la historia del cristianismo, ha sido investigador en el Survey Research Center y en el Center for the Study of Law and Society, presidente de la Society for the Scientific Study of Religion y de la Association for the Sociology of Religion
Educado como luterano, se ha identificado como agnóstico pero recientemente se denomina «cristiano».
«Puedo asegurar que las Cruzadas fueron guerras legítimas de defensa y que la Inquisición no fue sangrienta. Pero no puedo explicar por qué la gran cantidad de investigaciones llevadas a cabo para apoyar estas correcciones no han tenido impacto entre los intelectualoides.
*Jonathan Rubin, profesor en el Departamento de estudios y arqueología de la Tierra de Israel en la Universidad Bar-Ilan, la segunda más importante del país
En 2018 publicó el libro «La enseñanza en una ciudad cruzada. Actividad intelectual e intercambios culturales en Acre, 1191-1291″.
Relata cómo el reino de los cruzados estuvo abierto a la actividad cultural de los cristianos orientales y de los musulmanes, al mismo tiempo que llegaban hasta ellos las corrientes de pensamiento de los siglos XII y XIII en Europa. En Acre, había un significativo número de personas dedicadas a la enseñanza y varios centros de estudio, donde se trabajaba en la traducción de obras, en el estudio del islam, en la jurisprudencia y en el diálogo teológico con los cristianos orientales. Para ilustrarlo expone un par de ejemplos dicientes.
En 1281, Juan de Antioquía entregó un hermoso códice a un caballero hospitalario llamado Guillermo de San Esteban, con las dos traducciones que le había pedido de sendos textos de la antigua Roma: De inventione, de Cicerón, y la Rethorica ad Herennium, de autor anónimo. “Es un paso significativo en la historia de la lengua francesa”, explica Rubin, porque “en aquella época las traducciones del latín al francés eran raras e innovadoras, y nunca antes se había traducido al francés un texto latino completo de retórica”, al que además Juan de Antioquía añadió “uno de los más tempranos tratados de lógica en lengua vernácula”.
El segundo ejemplo es la Notitia de Machometo «Información sobre Mahoma», un tratado compuesto en Acre en 1271 por el dominico Guillermo de Trípoli, dedicado a Teobaldo Visconti, un importante eclesiástico que había llegado a Acre como cruzado y peregrino durante la 8 cruzada, quien que se enteró allí de que había sido elegido Papa: San Gregorio X, quien ocuparía el pontificado hasta su muerte en 1276.
Convocó el XIV Concilio Ecuménico de 1274 en la ciudad de Lyon procurando la preparación de una nueva cruzada, para rescatar los lugares santos, empresa que nunca se llevó a cabo.

elegido durante la 8 cruzada, predicó la 9, pero murió antes de realizarla
*Thomas Madden, historiador estadounidense, desenmascara los mitos sobre las cruzadas, el profesor asociado de la Facultad de Historia de la Universidad de San Luis (Estados Unidos) y autor de «A Concise History of the Crusades» («Breve Historia de las Cruzadas»), sostiene que los cruzados representaron una fuerza defensiva, que no aprovechaba las propias empresas para ganar con ello riquezas, terrenas o territorios.
A finales del siglo XI, las fuerzas islámicas habían conquistado dos terceras partes del mundo cristiano. Palestina, la tierra de Jesucristo; Egipto, donde nace el cristianismo monástico; Asia Menor, donde san Pablo había plantado las semillas de las primeras comunidades cristianas. Estos lugares no estaban en la periferia de la cristiandad, sino que eran su verdadero centro.
Y los excesos musulmanes no acababan allí. Siguieron expandiéndose hacia Occidente, hacia Constantinopla y más allá llegando hasta los mismos confines de Europa. Las agresiones provenían por tanto de la parte musulmana. Llegados a un cierto punto, la parte que quedaba del mundo cristiano no tenía más remedio que defenderse, si no quería sucumbir bajo la conquista islámica.
Hace tiempo, los historiadores afirmaban que en Europa se había producido un aumento demográfico que llevó a un número excesivo de nobles segundones, adiestrados en las artes de la guerra caballeresca pero privados de la herencia de tierras feudales. Las cruzadas por tanto eran vistas como una válvula de escape que impulsaba a estos hombres guerreros a salir de Europa, hacia tierras por conquistar a expensas de otros.
La historiografía moderna, con la ayuda de la llegada de las bases de datos computarizadas, ha destruido este mito. Hoy sabemos que eran más bien los primogénitos de Europa los que respondieron al llamamiento del Papa en 1095 y a la consiguiente Cruzada.
Ir a una cruzada era una operación muy costosa. Los señores se veían obligados a vender o hipotecar las propias tierras para conseguir los fondos necesarios, Iban a expiar los pecados y ganarse la salvación mediante las buenas obras en una tierra lejana.
Eran bien conscientes de la exhortación de Cristo, según la cual, quien no toma su cruz no es digno de Él. Recordaban también que «nadie tiene un amor más grande que quien da la vida por los amigos».
El principio de la guerra aceptado en todas las civilizaciones, incluso actuales, recordemos los saqueos en Bagdad y lo que hacen las guerrillas cuando se toman un pueblo, es que una ciudad que se ha resistido a la captura y ha sido tomada por la fuerza, pertenece a los vencedores, sin embargo a pesar de los muertos que tuvo que haber habido en la batalla de jerusalén, en una guerra con espadas al contrario con lo que ocurre hoy con las bombas, donde un número mucho mayor de hombres, mujeres y niños inocentes mueren cada día mediante las modernas técnicas de guerra, comparados con el número de personas que podían caer bajo la espada durante uno o dos días. Hay que observar que en las ciudades musulmanas que se rindieron a los cruzados, la gente no fue atacada. Se saqueaban sus propiedades y se les dejaba libres de profesar la propia fe.
Es importante recordar que, en la Edad Media, Occidente no era una cultura poderosa y dominante que se aventuraba en una región primitiva y retrasada. En realidad quien era potente, acomodado y opulento era el Oriente musulmán. Europa era el Tercer Mundo.
Los Estados Cruzados, fundados tras la primera cruzada, no eran nuevos asentamientos de católicos en un mundo musulmán, semejantes a las colonizaciones británicas en América. La presencia católica en los estados cruzados era siempre muy reducida, en general inferior al 10% de la población. Eran gobernantes y magistrados, comerciantes italianos y miembros de las órdenes militares. La gran mayoría de la población de los estados cruzados era musulmana.
No eran por tanto colonias en el sentido de plantaciones o fábricas, como en el caso de la India. Eran puestos de avanzadilla. La finalidad última de los estados cruzados era defender los santos lugares en Palestina, especialmente Jerusalén, y proporcionar un ambiente seguro para los peregrinos cristianos que visitaban aquellos lugares.
Por eso en 1291 expulsaron completamente a los cristianos hasta el día de hoy. Esta si que es una larga ocupación mas de 800 años y en total 1400 años, Mahoma no piso jerusalén en cambio toda la historia de la biblia transcurre en Jerusalén y sus alrededores.
Hubo desviaciones del movimiento Cruzado como indeseado subproducto del fervor de las cruzadas, pero no eran el objetivo de las cruzadas. Para usar una analogía moderna, durante la segunda guerra mundial 11 mil soldados estadounidenses cometieron violaciones en Alemania e Italia y otros crímenes mientras se encontraban en Europa y otros lugares. Fueron arrestados y castigados por tales crímenes, pero el motivo por el que habían entrado en guerra no era el de cometer crímenes.
El historiador Franco Cardini, señala que la palabra «cruzada» es una expresión moderna que se usa sistemáticamente solo desde el siglo XVIII. Hasta entonces no existía esa palabra, lo que indica que, hablando de Cruzadas desde entonces hasta hoy, se ha hecho toda una serie de generalizaciones engañosas. Segun el profesor Cardini, las Cruzadas no han sido nunca «guerras de religión», no han buscado nunca la conversión forzada o la supresión de los infieles. Los excesos y violencias realizados en el curso de las expediciones, deben ser evaluados en el marco de la normal aunque dolorosa fenomenologia de los hechos militares y siempre teniendo presente que alguna razón teológica los ha justificado.
Cardini, señala: «Se separa el hecho militar (la Cruzada) de un contexto profundamente denso y positivo”
La Cruzada corresponde a un movimiento de peregrinación armado que se afirmó lentamente y se desarrolló en el tiempo –entre el siglo XI y el XIII– que debe ser entendido insertandolo en el contexto del largo encuentro entre Cristiandad e Islam que ha producido resultados positivos culturales y económicos.
No debemos olvidar las frecuentes amistades e incluso alianzas militares entre cristianos y musulmanes en la historia de las cruzadas. «En realidad –subraya el profesor– lo que interesaba en las expediciones al servicio de los hermanos en Cristo, amenazados por los musulmanes, era la recuperación de la paz en Occidente y la puesta en marcha de la idea de socorro a los correligionarios lejanos. La Cruzada significaba reconciliarse con el adversario antes de partir, renunciar a la disputa y a la venganza, aceptar la idea del martirio,
Un artículo del jesuita Carmelo Capizzi, profesor de Historia Medieval en la Pontificia Universidad Gregoriana, en «Civiltà Cattolica» sostiene que: «Muy lejos de haber sido inútiles o nefastas, las Cruzadas contribuyeron a crear situaciones históricas positivas, que desembocaron en procesos internacionales todavía abiertos y de vital importancia», critica valoraciones «demasiado superficiales sobre el evento histórico» e invita a «rescatar» a las Cruzadas, «Se equivocan –concluye– quienes atribuyen a la Cruzada finalidades que ésta no se propuso jamás como, por ejemplo, la propagación de la fe a mano armada».
Vittorio Messori, ha declarado al «Corriere della Sera» que «se olvida que en Jerusalén, cuando llegaron los musulmanes, destruyeron todas las iglesias de la cristiandad, lo mismo que hicieron en el Norte de Africa, en Turquía y en la parte de España que ocuparon durante ochocientos años». «es, en efecto, en el siglo XVIII europeo cuando, completando la obra de la Reforma, se establece el rosario de las «infamias romanas», convertido en canónico».
«Por lo que se refiere a las Cruzadas, la propaganda anticatólica inventó incluso el nombre: igual que el término Edad Media, elegido por la historiografía «iluminada» para indicar el paréntesis de oscuridad y fanatismo entre los esplendores de la Antigüedad y los del Renacimiento. Por descontado que quienes, hace novecientos años, asaltaron Jerusalén, se habrían sorprendido bastante si alguno les hubiera dicho que estaban realizando lo que se llamaría «primera Cruzada». Aquello para ellos era itinerario, «peregrinación», recorrido, pasaje. Aquellos mismos «peregrinos armados» se habrían sorprendio aún más si hubieran previsto que les sería atribuida la intención de convertir a los «infieles» o de asegurar vías comerciales a Occidente o de crear «colonias» europeas en Medio Oriente…».
«en Occidente, la oscura invención «cruzada» ha acabado por apresar en el sentimiento de culpa a algunos hombres de la misma Iglesia, que no conocen como sucedieron de verdad las cosas».
en el 638, el califa Omar conquista Jerusalén, ésta era ya desde hacía más de tres siglos cristiana. Poco después, los seguidores del Profeta invaden y destruyen las gloriosas iglesias primero de Egipto y luego del norte de Africa, llevando a la extinción del cristianismo en los lugares que habían tenido obispos como San Agustín. Toca luego a España, a Sicilia, a Grecia, a la que luego se llamará Turquía y donde las comunidades fundadas por San Pablo mismo se convierten en cúmulos de ruinas. En 1453, tras siete siglos de asedio, capitula y es islamizada la misma Constantinopla, la segunda Roma. El rodillo islámico alcanza los Balcanes, y como por milagro es detenido y obligado a retroceder ante los muros de Viena. Si se execra justamente la masacre de Jerusalén en el 1099, no se debe olvidar a Mahoma II en 1480 en Otranto, simple ejemplo de un cortejo sangriento de sufrimientos». «Todavía hoy: ¿qué país musulmán reconoce a los otros que no sean los suyos, los derechos civiles o la libertad de culto? ¿Quién se indigna ante el genocidio de lo armenios ayer y de los sudaneses cristianos hoy? El mundo, según los devotos del Corán, ¿no está dividido en «territorio del Islam» y «territorio de la guerra», esto es, todos los lugares todavía no musulmanes que deben serlo, por las buenas o por las malas?».
«Un simple repaso a la historia –escribe Messori– incluso en sus líneas generales, confirma una verdad evidente: una cristiandad en continua postura defensiva respecto a una agresión musulmana, desde los inicios hasta hoy (en Africa, por ejemplo, está en curso una ofensiva sangrienta para islamizar a las etnias que los sacrificios heroicos de generaciones de misioneros habían llevado al bautismo). Admitido –y probablemnte no concedido– que alguno, en la historia, deba pedir excusas a otro ¿deberán ser quizá los católicos quienes se hagan perdonar por aquel acto de autodefensa, por aquel intento de tener al menos abierta la vía de la peregrinación a los lugares de Jesús que fue el ciclo de las Cruzadas?».
Monseñor Rino Fisichella, obispo auxiliar de Roma y vicepresidente de la Comisión teológico-histórica del Jubileo, ha explicado a Radio Vaticana «Las Cruzadas han sido presentadas en el pasado como un enfrentamiento entre Oriente y Occidente… No es ya un enfrentamiento entre Oriente y Occidente sino la conciencia de que los dos mundos, las dos culturas, las dos realidades tienen que conocerse mutuamente».
San Bernardo de Claraval propuso que contra aquella caballería laica del siglo XII, formada por gente ávida, violenta y amoral, se creara una nueva caballería al servicio de los pobres y de los peregrinos. La propuesta de San Bernardo era revolucionaria, una nueva caballería hecha de monjes que renunciasen a toda forma de riqueza y de poder personal. Su objeto era ponerse al servicio de los cristianos amenazados por los musulmanes, recuperar la paz en Occidente y socorrer a los correligionarios lejanos. La cruzada exigía reconciliarse con el adversario antes de partir, renunciar a la disputa y a la venganza, aceptar la idea del martirio, ponerse a sí mismos y los propios bienes a disposición de los demás, y embarcarse por un cierto número de meses o de años en una expedición movida por el deseo de garantizar el libre acceso de los peregrinos a los Santos Lugares, entendido como búsqueda de la memoria de Jesucristo en la tierra que había sido escenario de su existencia terrena.
Prescindiendo de la mayor o menor categoría humana y espiritual de los participantes, su impulso era fundamentalmente espiritual. Movidos por ese deseo de peregrinación, abandonaron todo lo que tenían y se lanzaron a una aventura en la que no pocos no solo se arruinaron, sino que incluso encontraron la muerte. No se trató, por lo tanto, de un movimiento material disfrazado de espiritualidad, ni de una guerra santa, sino de un colosal impulso de raíces espirituales que no tuvo inconveniente, pese a sus enormes defectos, en afrontar considerables riesgos y pérdidas materiales. http://www.fluvium.org/textos/etica/eti1022.htm
Cesar Vidal acota, “lo que se desprende de las fuentes de la época es que marchar a la cruzada no implicaba un aliciente económico sino más bien un enorme sacrificio monetario que sólo se podía emprender convencido de que la recompensa sería más sólida que un pedazo de terreno o una bolsa de monedas. Al respecto los documentos no pueden ser más claros. Un caballero alemán que era convocado a servir al emperador en aquellos años en lugar tan cercano como Alemania gastaba tan sólo en el viaje y atuendo el equivalente a dos años de sus ingresos. Para un francés viajar a Tierra Santa implicaba unos gastos que llegaban a quintuplicar sus rentas anuales. Por lo tanto, como primera medida, necesitaban endeudarse fuertemente para acudir a la cruzada. En no pocos casos incluso perdieron todo lo que tenían para sumarse a la empresa.
No deja de ser curioso que Enrique IV de Alemania en una carta se refiriera a Godofredo de Bouillon y Balduino de Bolonia, ambos caudillos de la primera cruzada, como personas que «atrapadas por la esperanza de una herencia eterna y por el amor, se prepararon para ir a luchar por Dios a Jerusalén y vendieron y dejaron todas sus posesiones». Su caso, desde luego, no fue excepcional. De hecho, el Papa y los obispos reunidos en el concilio de Clermont redactaron una legislación que imponía la pena de excomunión a aquellos que se aprovecharan de estas circunstancias para despojar a los caballeros cruzados de sus propiedades valiéndose de intereses usurarios o de hipotecas elevadas. El listado de caballeros que se endeudaron extraordinariamente para ir, por ejemplo, a la primera cruzada es enorme y demuestra que ésa era la tendencia general.
un número notablemente exiguo de caballeros optó por permanecer en las tierras reconquistadas a los musulmanes. No obstante, salvo estas excepciones, la aplastante mayoría de los cruzados regresaron a Europa. Tras producirse, en el curso de la primera cruzada, la toma de Jerusalén y la victoria sobre un ejército egipcio (el 12 de agosto de 1099) la práctica totalidad retornó a sus hogares sin bienes y con deudas pero, al parecer, con un profundo sentimiento de orgullo por la hazaña que habían llevado a cabo.
Movidos por el deseo de garantizar el libre acceso de los peregrinos a los Santos Lugares y de ganar el cielo, abandonaron todo lo que tenían y se lanzaron a una aventura en la que no pocos no sólo se arruinaron sino que incluso encontraron la muerte, un ejemplo, dicho sea de paso, que no disuadió a otros de seguirlo a lo largo de dos siglos. No se trató, por lo tanto, de un movimiento material disfrazado de espiritualidad sino de un colosal impulso de raíces espirituales que no tuvo inconveniente, pese a sus enormes defectos, en afrontar considerables riesgos y pérdidas materiales”.
*Los Cruzados marcharon hacia Jerusalén, si nuestros mayores supieron morir para reconquistar el Sepulcro de Cristo, ¿cómo no querremos nosotros —hijos de la Iglesia como ellos— luchar y morir para restaurar algo que vale infinitamente más que el preciosísimo Sepulcro del Salvador, esto es, su reinado sobre las almas y las sociedades que El creó y salvó para que lo amen eternamente?
Las Cruzadas se consideran una empresa común de la Cristiandad, no fueron tarea bélica de uno u otro reino, sino que en ellas participaron, en mayor o menor grado, príncipes y pueblos de todo el Occidente cristiano. La idea de libertar los Santos Lugares nació, como consecuencia de la ocupación de Tierra Santa por los turcos seldyúcidas, que se mostraron intolerantes con los cristianos locales e hicieron difícil el acceso a Palestina a los peregrinos occidentales.
Los Califas con sus crueles edictos, persecuciones, la destrucción de millares de iglesias, entre otras, la del Santo Sepulcro, la imposición a la conversión al Islam o el éxodo forzoso, e incluso la orden de adorarles como dioses, como lo hizo El-Hakim un Califa de la dinastía Fatimita, que se declaró Dios. Desataron la indignación de la cristiandad.
En 1010 los edificios erigidos por san Modesto, incluyendo el santo sepulcro fueron quemados por completo.
Pero el factor determinante que hizo posibles las Cruzadas fue la resonancia que aquella iniciativa encontró en un espíritu colectivo -caballeresco y popular- impregnado de idealismo cristiano. Contemplado a muchos siglos de distancia, el espectáculo de las multitudes creyentes que marchaban a la cruzada, movidas sobre cualquier otra motivación por el afán de libertar el Santo Sepulcro.
En 1095, en el sínodo de Clermont, el Papa Urbano II convocó la primera Cruzada y su llamamiento encontró una ferviente acogida, que se exteriorizó en el grito de «¡Dios lo quiere!», que Pedro el Ermitaño y otros predicadores populares fueron propagando por tierras occidentales.
En Oriente
Mientras el papado consolidaba su hegemonía en Occidente, la unidad del Oriente próximo musulmán se encontraba en pleno declive. El califato Abasi de Bagdad había empezado a fragmentarse y los fatimies, que se proclamaban descendientes de Fátima; la hija del profeta, no tardaron en fundar el califato chii en el Cairo.
En el año 1009, el Califafa Al-aman Ali, llevado por una fiebre de fanatismo, destruyo el Santo sepulcro de Jerusalén, hecho que conmocionó a todo Occidente.
Fue en este contexto cuando los turcos, un pueblo nómada y guerrero procedente de las estepas, empezó a destacar, llegando finalmente a realizar incursiones en los dominios del imperio Bizantino, a las que el emperador Romano Diógenes respondió en el año 1071 invadiendo el territorio selyucida, donde sus tropas fueron brutalmente masacradas.
Diógenes fue depuesto y Bizancio se sumió en una guerra civil, de la cual los selyucidas sacaron provecho, pues acabaron apropiándose de Asia menor. Toda esta sucesión de trágicos hechos conmociono a Europa, pues parecía inminente una invasión musulmana a gran escala.
El emperador Bizantino Alejo I Conmeno consiguió estabilizar el imperio por algún tiempo
La Iglesia desde sus orígenes, había distinguido claramente la militia Christide de la militia secularis.
La militia Christi expresaba la lucha espiritual contra el mal (así aparece en la Regla de San Benito). La militia secularis era el servicio militar profano, que en el imperio pagano romano implicaba también sacrificios a la divinidad del emperador, lo que era incompatible con la fe cristiana.
La desconfianza de la Iglesia hacia el servicio militar continuó incluso tras la cristianización del imperio romano y durante la primera Edad Media.
Sin embargo tras las agresiones sistemáticas, y la inminente invasión islámica, se retoma en occidente la idea agustiniana de la guerra justa, para justificar la existencia de ejércitos cristianos (como en los tiempos carolingios). Según los teólogos de la Alta Edad Media sólo la guerra defensiva podía considerarse guerra justa.
Hacia el año 1000 podemos constatar un cambio en la base teórica y se comienzan a admitir excepciones, de modo que en casos particulares una guerra ofensiva puede ser una guerra justa como es el caso de la Reconquista de la Península Ibérica y lucha de las ciudades marítimas italianas contra los sarracenos. Que asolaban las costas secuestrando para reducir a la esclavitud o con fines comerciales, es decir, cobrar rescate.
De hecho el emperador bizantino Manuel I llegó a pagar para rescatar de los musulmanes a algunos prisioneros latinos 100 000 dinares, pago 150 000 dinares por Bohemundo III en 1165, 120 000 dinares por Raynald de Châtillon, y 150 000 dinares por Baldwin de Ibelin en 1180
Ivo de Chartres en sus Colecciones de Cánones 1191-1195 e Isidoro reconocen como motivos para una guerra justa sólo la defensa, la punición de los disturbadores del orden y la recuperación de los bienes robados. (Etym xviii 1, 2-4).
Ivo en sus obras Decreto y Panormia, no quiere incitar a la guerra, pero sus explicaciones alteraron la aplicación del concepto de la guerra justa a la Cruzada. Afirma Ivo:
“Para los que alaban verdaderamente a Dios también aquellas guerras son pacíficas ya que se llevan a cabo, no por obediencia o por crueldad sino por amor de la paz, para castigar a los malos y elevación de los buenos.; y en otro lugar dice que. La guerra justa es la que se hace para recuperar los bienes o para la represión de los enemigos.
En 1064 muchos caballeros franceses tomaron parte en una denominada Cruzada para socorrer a los cristianos españoles contra los sarracenos.
En la base del movimiento cruzado está la idea del peregrinaje para expiar la propia culpa.
La peregrinación es una de las características de la espiritualidad medieval, presente ya en la época merovingia con la peregrinación a las tumbas de S. Pedro y S. Pablo a Roma, el de S. Martín en Tours, Santiago de Compostela, Sto. Tomás Becker en Canterbury.
En Europa comienzan a correr voces catastróficas sobre persecuciones y las crueldades sufridas por los cristianos por obra de los musulmanes. Estas reacciones se unían al creciente número de los peregrinos, que llegó a preocupar a las autoridades musulmanas que no querían que aumentase este fenómeno.
Los cronistas cristianos del XII acusan a los turcos de persecuciones anticristianas, esta es la causa de la reacción cristiana y de las cruzadas.
Se partía para hacer penitencia por las propias culpas; pero se llevan armas porque se partía por la causa de Dios contra sus enemigos los paganos.
El Papa Gregorio VII hace una llamada a todos los fieles para socorrer a Constantinopla contra los paganos en 1074.
La creencia apocalíptica de que el anticristo no vendrá hasta que Jerusalén no sea dominada por los cristianos, llegando con él el final de los tiempos, abre la esperanza de anticipar la venida del Reino de Dios. Era un motivo muy fuerte en el XI.
Bizancio había reclutado a mercenarios occidentales para su ejército, por la debilidad de su potencia militar. El emperador Alessio envía una embajada que se presenta en el Sínodo de Piacenza, presidido por el papa Urbano II, en marzo de 1095. Clamando por ayuda.
El papa Urbano II conmovido lanza un discurso llamando a ayudar a los cristianos en peligro, que ha llegado a nosotros a través de las diversas fuentes. De su estudio podemos colegir los puntos principales del discurso:
- La necesidad de ayudar a los hermanos cristianos de oriente, ya que los turcos están avanzando victoriosamente.
- Descripción de los sufrimientos de los cristianos en oriente y las destrucciones de las iglesias y de los lugares santos.
- La santidad especial de Jerusalén.
- Empresa y obra de Dios para todos y una gracia de Dios.
- Concesión de la indulgencia a los pecados.
- Es mejor luchar contra los infieles y bárbaros, que hacerlo ilícitamente contra los propios hermanos.
- Provisión de una recompensa eterna y temporal.
- Prepararse para luchar bajo la guía de Dios.
Sólo según el relato de Roberto el Monje, los creyentes habrían interrumpido el discurso del papa con el grito .Deus vult.. Dios lo Quiere, el grito de guerra de las Cruzadas.
De este discurso podemos citar algunos pasajes:
Que no se os quede el pensamiento en ninguna propiedad, en ninguna preocupación de las cosas domésticas, que esta tierra que vosotros habitáis circundada por todas partes por el mar o por escarpadas montañas, y convertida en escasa a causa de vuestra multitud, ni se distingue por la riqueza y a penas suministra de qué vivir a quien la cultiva. Por eso os ofendéis y hostigáis mutuamente, os hacéis la guerra y frecuentemente os matáis entre vosotros.
Cesen por tanto vuestros odios intestinos, callen las contiendas, se aplaquen las guerras y se calme toda disensión y toda enemistad. Tomad el camino del Santo Sepulcro, quitad aquella tierra a esa gente perversa y sometedla a vosotros: esa tierra fue dada por Dios en posesión a los hijos de Israel; como dice la Escritura, en ella mana leche y miel.
Jerusalén debe considerarse el ombligo del mundo, tierra fértil sobre todas las demás, casi otro paraíso de delicias; el Redentor del género humano la hizo ilustre con su venida, la honró con su morada, la consagró con su pasión, la redimió con su muerte, la hizo insigne con su sepultura. Y esta ciudad real situada en el centro del mundo, es ahora tenida en segregación por los propios enemigos y los infieles, se ha convertido en sierva del rito pagano. Ella eleva su lamento y pide ser liberada y no deja de implorar que vosotros os pongáis con rapidez en camino en su ayuda. De vosotros más que de nadie pretende encontrar ayuda ya que a vosotros se os ha concedido por Dios sobre las demás estirpes la gloria de las armas. Empezad por tanto este camino en remisión de vuestros pecados, seguros de la imparable gloria del Reino de los Cielos.
Oh hijos carísimos, hoy en nosotros se hace realidad lo que dice el Señor en el Evangelio: Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Si el Señor Dios nos hubiese inspirado vuestros pensamientos, vuestra voz no hubiese sido unánime; aunque hubiese sonado con tono diverso, único sería aún su origen: Dios que la ha suscitado, Dios que la ha inspirado en vuestros corazones. Sea por tanto vuestra voz vuestro grito de guerra, desde el momento que viene de Dios.
…Nosotros por nuestra parte no invitamos a tomar el camino a los viejos o a los no idóneos para portar las armas; ni las mujeres se muevan sin los maridos o sin los hermanos o sin los legítimos testimonios: todos estos serían más un estorbo que una ayuda, más un peso que una ventaja. Los ricos ayuden a los pobres y paguen los gastos con sus hombres dispuestos a combatir. A los sacerdotes y a los clérigos de cualquier orden no les será lícito partir sin la licencia de sus obispos, porque este viaje será inútil para ellos sin este permiso; y ni siquiera les será lícito partir a los laicos sin la bendición de sus sacerdotes.
Los templarios
Rugo de Payens ·y sus bravos compañeros. Marcharon pobres, humildes, casi ignorados.
Otros muchos los siguieron y bien pronto la milicia sacerdotal se hizo formidable. Pelearon los templarios con esfuerzo inaudito, hiciéronse famosas sus hazañas cuya noticia circuló por toda la Europa, y en aquella empresa guerrera ciñeron los templarios los mejores laureles.
Su gloriosa conducta les atrajo, la admiración de todos, la protección de los cristianos opulentos, de los reyes y de la Sede Romana. Se multiplicaron los cuantiosos donativos, los privilegios y los monasterios, y aquellos frailes en un principio tan humildes, llegaron á ser una potencia colosal por sus riquezas y su influjo.
Jacobo de Molay, Gran Maestre de la orden, pidió ser juzgado directamente por el Pontífice; pero el rey empleó medios eficaces para estorbarlo.
El Gran Maestre, Jacobo de Molay, bajo tortura confesó todo lo que le pedían que dijese sobre los templarios, pero en el cadalso retractó tal confesión.Cuando le prendieron fuego a la hoguera, Molay emplazo al Rey y al Papa:
¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!
San Francisco encarnaba al mismo tiempo al pobre y al caballero, es decir, las dos fuerzas que reconquistaron Jerusalén.
Trece años después de su conversión, partió hacia las regiones de Siria, afrontando valerosamente muchos peligros, con el fin de enfrentar el sultán de Babilonia. Entre los cristianos y los sarracenos estaba en curso una guerra implacable: los dos ejércitos estaban acampados muy cerca, uno frente al otro, separados por una franja de tierra que no se podía atravesar sin peligro de muerte. El sultán había promulgado un edicto cruel: quien llevase la cabeza de un cristiano, recibiría como recompensa un roel de oro. Pero Francisco, intrépido soldado de Cristo, animado por la esperanza de poder realizar pronto su sueño, decidió acometer la empresa, sin aterrorizarse ante la muerte sino más bien ansioso por afrontarla.
Era 1219, los cruzados que sitiaban Damieta, ciudad cercana al Nilo, vieron llegar un día, según cuenta Jacques de Vitry, a “un hombre sencillo y no muy culto, pero muy amable y tan querido de Dios como de los hombres, el Padre Francisco, fundador de la Orden de los Menores”. Tras convivir por algún tiempo con los caballeros cruzados se propuso nada menos que pasar al campamento de los infieles. Cuando los caballeros se enteraron de semejante decisión, al parecer, completamente temeraria, no podían contener la risa. Pero Francisco persistió en su idea, y en compañía de Fray Iluminado, se dirigió hacia las líneas enemigas. Al verlos, los centinelas musulmanes se abalanzaron sobre ellos, dispuestos a apalearlos. Entonces Francisco comenzó a gritar: «¡Sultán! ¡Sultán!». Creyendo los guardias que se trataba de parlamentarios, luego de encadenarlos, los condujeron hasta donde estaba el Sultán. Los frailes, sin más trámite, lo invitaron a convertirse al cristianismo, causando la risa de todos los presentes. Sin embargo, dicha osadía le cayó en gracia al Sultán que, perdonándoles la vida, les hizo acompañar de nuevo al campamento cristiano.
Y predicó al sultán el Dios uno y trino y el Salvador de todos, Jesucristo, con tanto coraje, con fuerza y fervor de espíritu, que logró mostrar luminosamente que se estaba realizando con plena verdad la promesa del Evangelio: «Yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro» (Lc 21,15).
El propio sultán, viendo el admirable fervor de espíritu y la virtud del hombre de Dios, lo escuchó gustoso y le pedía vivamente que se quedara junto a él. Pero el siervo de Dios, iluminado por un oráculo del cielo, le dijo: «Si tú con tu pueblo quieres convertirte a Cristo, me quedaré muy a gusto con vosotros. En cambio, si te resistes a abandonar la ley de Mahoma por la fe de Cristo, ordena que enciendan un fuego lo más grande posible y yo, con tus sacerdotes, entraré en el fuego y así, al menos, podrás saber con conocimiento de causa cuál fe debe ser tenida por más cierta o más santa». Pero el sultán le respondió: «No creo que ninguno de mis sacerdotes tenga ganas de exponerse al fuego o de afrontar la tortura para defender su fe» (de hecho, había visto desaparecer inmediatamente ante sus ojos a uno de sus sacerdotes, famoso y de edad avanzada, en cuanto había oído los términos del desafío).
Y el Santo prosiguió: «Si me prometes, en tu nombre y el de tu pueblo, que os pasaréis a la religión de Cristo si yo salgo ileso del fuego, entraré en el fuego solo. Si me quemo, venga ello imputado a mis pecados; en cambio, si la potencia divina me hace salir sano y salvo, reconoceréis a Cristo, potencia y sabiduría de Dios, como el verdadero Dios y señor, salvador de todos» (1Cor 1,24, Jn 17,3 y 4,42).
Viendo cuán perfectamente el Santo despreciaba las cosas del mundo, el sultán quedó admirado y concibió hacia él una devoción cada vez mayor. Y, ya que no quería pasarse a la fe cristiana, o tal vez no se atrevía, debido a la Sharia o ley de blasfemia que le aplicaría automáticamente la pena de muerte, rogó devotamente al siervo de Dios que aceptara grandes regalos para distribuirlos entre los cristianos pobres y las iglesias, para la salvación de su alma. Pero el Santo, dado que quería permanecer libre del peso del dinero y al no ver en el ánimo del sultán la raíz de la verdadera piedad, no quiso aceptar de ninguna manera.
Además, viendo que no hacía progresos en la conversión de aquella gente y que no podía realizar su sueño, advertido por una revelación divina, retornó a los países cristianos.
Una de las formas más asombrosas que tomó esta epopeya a comienzos del siglo XIII fue la que se llamó Cruzada de los Niños. El hecho tuvo su origen en la convocatoria de un pastorcito, Esteban de Cloyes, quien aseguró que el Señor se le había aparecido y le había dado la orden de liberar el Santo Sepulcro. Lo que los caballeros se habían mostrado incapaces de realizar lo harían ellos, los niños, con sus manos inocentes. Como en los días de Pedro el Ermitaño, miles de adolescentes se enrolaron en las filas de Esteban y tomaron la Cruz. A pesar de la prohibición del rey de Francia, los jóvenes cruzados atravesaron dicho país y llegaron a Marsella, donde se embarcaron en siete galeras; dos de ellas naufragaron y otras dos llegaron a Argelia, donde los adolescentes fueron vendidos como esclavos.
San Bernardo fue un predicador eximio e iluminado. Cuentan que al paso de san Bernardo por las ciudades en donde predicaba las Cruzadas, las madres escondían a sus hijos y esposos para que éstos no dejasen todo y se embarcasen en la lucha por Cristo.
Es que esta lucha era para el santo reformador de los benedictinos un ensanchamiento del Reino de Cristo, la realización de la unidad de las naciones bajo el signo de la Verdad, la espiritualización del poder político y la única guerra justa que daba razón de ser a las corporaciones militares.
“Cuanto más inferiores en la pelea” –le escribe a Eugenio III– “tanto más superiores se hicieron en la fe”. “Los enemigos de la Cruz –decía– han levantado su blasfemo estandarte y devastado con el fuego la Tierra Santa, la Tierra Prometida… Ceñíos virilmente la armadura y empuñad la espada triunfadora”. Pero conocía asimismo el valor superador de la Fe y de la Esperanza, y el valor inmenso de la plegaria, por eso, tanto al Santo Padre como a los creyentes comunes no cesaba de instarlos a la vida de oración como el prólogo de la acción. Entonces sí, como se lo reclamó al Papa, “urge ya el tiempo de obrar, ¡obra pues! Ha llegado el tiempo de la poda, si antes meditaste. Si has movido el corazón, se ha de mover también la mano. Domarás los lobos, pero no dominarás las ovejas… Fuertes en las luchas, no apoltronados entre sedas”.
San Luis Rey ejerció el gobierno de un modo completo, personal y absoluto con el único fin con que es lícito hacerlo: buscando el bien común, El hombre que enseñaba a su hijo Felipe a no ser tolerante con los sembradores de sacrilegios y que no ahorraba el hierro para mantenerlos a raya y con merecidos castigos. El primero en avanzar en tiempos de pelea y el primero en la paz, visitando ciegos y desvalidos.
Semejante hombre no podía dejar de ser Cruzado. Por eso no le importó estar enfermo y haber sido dado por muerto a causa de sus graves dolencias. Pero bastó que recuperara el aliento y la palabra para que ordenara al Obispo de París que lo invistiese Cruzado. “Señor Obispo” –le habló– “os ruego ponerme en la espalda la cruz del viaje de ultramar”.
No hubo ruego ni prevención humana que lo hiciera desistir de su propósito. Su vida era lo menos reservado que poseía, y estaba consagrada por entero a la gloria del Redentor. Tomó la cruz, agradeció profundamente al Creador, y besándola dijo simplemente: “Ahora sí estoy curado”.
Ordenó las cuestiones internas de su reino, tomó todas las precauciones prácticas y se puso en camino. armó espiritualmente a sus hombres con una mística fervorosa y ardiente. pudieron resistir las peores adversidades y ejecutar las más nobles hazañas. Como el Conde Pedro de Bretaña y sus compañeros de prisión que prefirieron el martirio a una libertad indigna. Como Villain de Verfey y Guy de Dammartin que enemistados personalmente se perdonaron en vísperas de lucha porque no podían combatir faltos de caridad.
Jinete diestro, tumbando enemigos a su paso, ballesta y lanza en mano en medio del agua, cuando le tocó pelear allí arrojado desde una nave, tal como lo cuenta Juan de Beaumont; arengando a sus guerreros con voces encendidas, como en las puertas de Damiette, enarbolando el estandarte de la flor de lis, integro, ante las exigencias del Sultán, cuyas presiones no lo arredraron ni lo rindieron sus amenazas, firme en el cautiverio y en el trono.
“Mis fieles amigos: seremos invencibles si permanecemos inseparables en nuestra caridad. No ha sido sin el permiso de Dios que hemos arribado tan pronto aquí. Abordemos esta tierra, cualquiera que sea, y ocupémosla decididamente…
Todo está por nosotros, cualquier cosa que nos ocurra. Si somos vencidos, subiremos al cielo como mártires; si por el contrario triunfamos la gloria del Señor se celebrará con ello, y la de toda Francia o más aun la de toda la Cristiandad, será por ello más grande. Dios, que todo lo prevé, no me ha incitado a esto en vano. Esta es su causa, combatimos por Jesucristo y Él triunfará con nosotros; y esto dará gloria, honor y bendición no a nosotros sino a Su Nombre”.
No conforme con sus campañas el Santo Rey organizó una segunda cruzada con el propósito de completar y mejorar la primera. “Iremos a Jerusalén”, le oyó decir su confesor Geoffroi de Beaulieu, poco antes de morir.
Podemos considerar las Cruzadas un fracaso? Militarmente hablando si se quiere, el balance fue negativo (Tierra Santa no llegó a estar un siglo entero en manos de los reconquistadores). Pero moralmente fue un éxito completo al unificar a la Cristiandad en un fin común, recordando la necesidad de dar el buen combate por la Fe.
Podemos también llamar cruzadas a algunas batallas como la Batalla de las Navas de Tolosa, que marcó el declive de la ocupación musulmana de España y salvó a Europa de su destrucción, la del Guadalete del año 711 y la mas importante Lepanto.
Mio Cid campeador.
Hoy se priva a los hebreos y musulmanes de lo único importante.
Jesucristo, el único Salvado, el Dios Vivo. Recientemente la Santa Sede admitió oficialmente, que la Iglesia no está haciendo ningún apostolado institucional para con los judíos y musulmanes e incluso prohibió hacer apostolado o proselitismo, en cambio ha firmado documentos ecuménicos con los musulmanes como una sola iglesia, lo que discrimina a los judíos y musulmanes al privarlos del conocimiento de la Buena Nueva, del verdadero Dios resucitado, ésta, constituye la más horrible de las discriminaciones. Como nos lo ha demostrado San Francisco, ahora si no aceptan el llamado, la iglesia al menos podría presentarse ante Dios con la frente en alto como san Francisco.
Guillermo de Tyro historiador que participo en la primera cruzada, ve en ellas una obra de Dios mas que de los hombres, lo mismo opina el abad Guibert de nuestra Señora, «todos los que partieron renunciaron a las comodidades de la vida, a la familia a la patria .
Las dos primeras cruzadas partieron de la Iglesia. La cruzada de 1189 la emprendió enteramente el poder civil, el emperador, los reyes obraron según su propio parecer, sin consideración del papa.
La cuarta cruzada recibió la excomunión del papa por los excesos cometidos. El Judío Benjamín de Tudela que en 1173 visitó el imperio dice» los bizantinos se ensorberbecen con sus vestidos bordados en oro, pero los han de proteger mercenarios extranjeros, porque ellos mismos carecen de todo valor, y como las mujeres, son inútiles para las expediciones militares». Estos hombres forjaron su ruina, al querer burlarse de los ejércitos europeos, también se denuncia que los sultanes de egipto prometieron a venecia, entera libertad de comercio, si la amenazadora cruzada no llegaba a tocar tierra santa…
La prédica de Pedro el Ermitaño, consiguió la la creación de la I Cruzada. Pedro el Ermitaño, arrastró a la lucha por la liberación de los Santos Lugares a una muchedumbre entusiasta, pero sin preparación militar y sin organización, que murió a las orillas del Bósforo.

*La primera cruzada a Tierra Santa (15 julio 1099), fue guiada por Godofredo de Bouillon y Raimundo de Tolosa, fue Predicada en el Concilio de Clemont en el año 1095 por el Papa Urbano II.
El rey húngaro y Godofredo de Bouillón firmaron un tratado en la abadía de Pannonhalma, donde los cruzados se comprometían a pasar por el territorio húngaro con un buen comportamiento. En el difícil trayecto murieron unas diez mil personas, debido al hambre accidentes y enfermedades.
Los nobles cristianos organizaron 4 ejércitos que, saliendo de distintos lugares y siguiendo rutas diversas, alcanzaron en 1097 la ciudad de Constantinopla, desde donde partieron todos juntos con la misión de liberar los Santos lugares.
Lograron la Derrota de los turcos en Nicea y Dorilea, luego de los Sitios de Edesa, Antioquía y Jerusalén.
Concluyó con la gloriosa reconquista cristiana de Jerusalén en el año 1099, tras varios meses de asedio. Se crea el Reino de Jerusalén con Godofredo de Bouillon, como Rey quien no aceptó el título y se proclamó “Defensor del Santo Sepulcro”.
El Reino se organizó según modelos feudales, su defensa inicialmente era por los cruzados, pero luego reforzada por las Ordenes Militares, en especial el Temple (fundado en 1118).

*La Segunda Cruzada, fue motivada porque los musulmanes (Fatimíes y Selyúcidas) unificados, habían saqueado y arrebatado a los cruzados la ciudad de Edesa -cercana a Palestina- (1144), el Papa convocó una nueva Cruzada para reforzar la presencia cristiana. El papa nombró a san Bernardo de Claraval por sus méritos para predicar esta cruzada y combatir a los musulmanes para recuperar Tierra Santa. San Bernardo escribió al papa pocos días después: «Abrí la boca, hablé, e inmediatamente los cruzados se multiplicaron hasta el infinito. Las aldeas y villas están vacías; apenas hay un hombre por cada siete mujeres. Por todas partes se ven viudas, cuyos maridos aún viven»., el monarca francés Luis VII y el emperador alemán Conrado II la apoyaron.
-Esta cruzada llegó a atacar Damasco, pero no consiguió tomarla, resultando al final un total fracaso.
-Como consecuencia, varios territorios cristianos quedaron desprotegidos y comenzaron a sentir la ofensiva turca liderada por Salah al-Din Yusuf (Saladino), que se constituye como heredero de los fatimíes, tal que todo el mundo musulmán –desde Túnez a Antioquía– le obedece.

*La Tercera Cruzada, fue convocada por el Papa para ayudar a los cristianos de tierra santa, ya que los musulmanes se unificaron desde Libia hasta Mesopotamia y, al mando de Saladino, conquistaron Jerusalén en 1188 y casi toda Palestina. Sólo la ciudad de Tiro (Líbano) quedó en poder de los Cruzados. Acudieron los Reyes de Inglaterra y Francia, así como el Emperador de Alemania, es decir Ricardo Corazón de León, Felipe II y Federico I (Barbarroja).
Esta cruzada no consiguió retomar Jerusalén; sin embargo sirvió para negociar una relativa paz con Saladino. Las relaciones entre latinos y griegos Bizantinos van empeorando debido a la sucesión de mediocres reyes bizantinos a partir de 1180. Los expedicionarios alemanes, desde Ratisbona, tomaron la ruta del Danubio, a Constantinopla y pasaron al Asia Menor, donde derrotaron a los turcos cerca de Inconium; pero la inesperada muerte de Federico Barbarroja, un mes después, al atravesar el río Cnido, en Cicilia, privó a la tercera cruzada de su mejor estratega.
El Rey francés, decidió regresar a su país. La tercera cruzada se convirtió en una empresa personal del esforzado pero poco hábil Ricardo Corazón de León, quien logró derrotar a Saladino en Arsuf, pero no consiguió conquistar Jerusalén.En Antioquía, muchos de los supervivientes del ejército alemán murieron de peste bubónica.

- Prometió 200.000 marcos de plata, y a los venecianos 30.000 después de conquistada Constantinopla. Prometió la unión de la iglesia Bizantina con la Romana. Además 10.000 hombres para la conquista de tierra santa, y 500 caballeros para la defensa de la misma.
- Desde Zara la expedición puso rumbo a Constantinopla, Participaron Simón de Montfort y el conde balduino de Flandes en la cuarta Cruzada, dividida por las luchas entre Alejo III e Isaac II. La ciudad mas bella del mundo, 500.000 habitantes, el rosicler de las mejillas del mundo la llamaban los turcos.Los 20.000 cruzados tomaron la ciudad y repusieron en el trono a Isaac II, al que quedó asociado su hijo Alejo IV; Los cruzados quisieron partir pero Alejo les pidió que se quedaran hasta primavera, pues antes no podía pagar. El Clero Griego reprendió la unión con Roma. A comienzos de enero de 1204, Alejo IV, para no cumplir lo pactado, prendió fuego a 17 barcos con materiales inflamables, enviándolos contra la flota veneciana, pero el intento fracasó. Explotó entonces la violencia entre los constantinopolitanos y los cruzados. Masas enfurecidas de ciudadanos asesinaron brutalmente a cualquier extranjero que pudieron capturar. Los cruzados, por su parte, denunciaron que Alejo no había cumplido sus promesas. Alejo rechazó tales acusaciones diciendo: ”No haré más de lo que ya he hecho”. Isaac II, ciego e impotente, se quejaba de tener que compartir el trono con su hijo; y se difundieron rumores sobre la perversidad sexual de Alejo, diciendo que vivía en compañía de hombres depravados.
Los Cruzados deciden atacar Constantinopla y la toman (1204), fundando el llamado Imperio Latino.20.000 occidentales se habian tomado el imperio bizantino, no se llego a una union,
Se incrementó la enemistad entre cristianos latinos y orientales, dos siglos después, en 1453, Constantinopla será tomada por los musulmanes, llamándola Estambul (Turquía).
En 1571 tuvo lugar la batalla de Lepanto, el mayor enfrentamiento naval de la historia hasta entonces.

- La Quinta cruzada es aprobada por El IV Concilio de Letrán en (1215). La muerte sorprendió a Inocencio III apenas iniciados los preparativos (1216). Su sucesor, Honorio III, prosiguió la empresa. Participaron en ella Andrés II de Hungría, el duque Leopoldo VI de Austria, Guillermo de Holanda y Juan de Brienne, rey titular de Jerusalén, entre otros. En un principio la expedición tuvo como objetivo la conquista de Palestina, pero no habiendo logrado expugnar el Monte Tabor, los cruzados se trasladaron hacia Egipto, donde tomaron Damieta y obtuvieron un cuantioso botín. Alramado, el sultán ayubita les propuso la paz, que el cardenal pelagio, legado pontificio, creyendo fácil la conquista de todo el país, rechazó, contra el parecer de Juan, partidario de canjear Damieta por Jerusalén. Los expedicionarios marcharon sobre El Cairo, pero los continuos ataques de que eran objetos y la crecida del Nilo les obligaron a emprender la retirada. Los supervivientes, para salvar su vida y su libertad, hubieron de devolver Damieta al sultán (1221).
- En la Sexta Cruzada (1228), La predicó el papa Honorio III, se contó con el emperador Federico II prestaría a ella todo su apoyo, pero lo dilato por años, solo ante la excomunión lanzada contra él por Gregorio IX, el enérgico sucesor de Honorio III, Federico II decidió embarcarse hacia Palestina, acompañado de un reducido ejército(1228). Su propósito no era la conquista de los santos Lugares, sino el establecimiento de un condominio cristiano-musulmán sobre ellos. Federico II y el sultán egipcio llegaron fácilmente a un acuerdo, por el que aquél recibió Jerusalén, Nazaret, Belén y las poblaciones situadas junto al camino entre el puerto de Jaffa y la Ciudad Santa; también se concertó una tregua de diez años (1229), la cual estará en manos cristianas hasta 1244. Cuando los musulmanes corasmios aliados al sultán ayubí de Egipto al-Salih Ayyub asaltaron Siria y Palestina. Conquistaron y saquearon Jerusalén.
*La Septima Cruzada liderada por San Luis de Francia, fracasó. En las proximidades de Mensura los musulmanes infligieron a los cruzados una dura derrota, y en la retirada fue hecho prisionero el rey Francés con buena parte de su hueste. El precio de su libertad fue la entrega de Damieta y de un millón de besantes de oro. Desde Egipto Luis IX paso a Palestina, donde permaneció varios años, hasta 1254, impulsando la fortificación de las pocas plazas en poder de los cristianos.
- En 1270 San Luis intentó la Octava Cruzada, pero muere en Túnez. La perdida de Jaffa y de Antioquía (1268) Hacia proveer un inmediato fin de los establecimientos cristianos en Oriente. Ello Movió a Luis IX a tomar nuevamente la cruz. Probablemente cediendo a los deseos de su hermano Carlos de Anjou, rey de Nápoles y de Sicilia, deseoso de liberarse de los piratas que asolaban las cosas de los estados, el monarca Francés decidió atacar al Islam por la retaguardia. Desde Aigües-Mortes, donde embarco el 1 de agosto de 1270, puso rumbo a Túnez. Poco días después de haber formado el cerco de esta ciudad, se declaro una terrible epidemia entre los sitiadores; el 25 de agosto sucumbía Luis IX.
En 1291 Los cristianos fueron expulsados por completo de Asia Menor.
El debilitamiento del sistema feudal, por la pérdida de poder de los señores feudales, fruto de sus endeudamientos para comprar armas. Fue una consecuencia, que demuestra la falsedad de quienes sostienen que las cruzadas eran un negocio, por el contrario, dejaron a Europa en la ruina.
Oscurantismo es una palabra inventada por el protestantismo contra la iglesia católica, que ha calado mucho en las personas desinformadas.
En la Edad Media comienza en el siglo V d.C., la mitad occidental del antiguo imperio romano, dominada por los bárbaros, hablaba latín y disponía de una excelente versión de la Biblia: la Vulgata de San Jerónimo; la mitad oriental del imperio, que sobrevivió hasta que los turcos conquistaron Constantinopla en el siglo XV, hablaba griego y podía leer en esa lengua tanto en Nuevo Testamento como el Viejo (este último en varias versiones, como la de los LXX); asi que el pueblo tenía un conocimiento amplísimo de las Escrituras.
Cirilio y Metodio tradujeron la Biblia al búlgaro antiguo en el siglo IX, en plena «Edad de las tinieblas» y se inventaron el cirilico que hoy hablan los rusos.
Durante las «tinieblas» medievales ¡los godos podían leer la Biblia en su lengua materna! Ya que había sido traducida al Gótico aun antes de que San Jerónimo acabara la Vulgata, por ulfilas.
Beda el Venerable tradujo al inglés el Evangelio de San Juan en el año 735, o sea: ¡en plena Edad Media.
Giuseppe Riciotti, historiador, revela en su introducción a la Sagrada Biblia que, en Italia, «desde el siglo XIII se poseen» traducciones italianas de la Biblia, aunque «se trata de traducciones parciales».
“Historia de la Literatura Antigua y Medieval” de autores varios, UNED, Madrid, 1991, pág. 103 revela que «hallamos en el siglo XIII otro grupo de obras formado por las traducciones de la Biblia que se realizaron en este periodo. No es una simple versión de la Biblia. Contiene, junto a la propia traducción (realizada, al parecer, no directamente de la Vulgata sino de una traducción latina del siglo XII efectuada sobre los textos hebreos), otra serie de materiales: descripciones geográficas, relatos tomados de la antigüedad clásica… Parece que pretende ser una especie de guía para los peregrinos que viajaban a Tierra Santa.
En Francia exista un gran número de traducciones de la Sagrada Escritura a todas las lenguas y dialectos de Oc y de Oil, según P. C. Chauvin, en “La Bible depuis ses origines jusqu’à nos jours”. Se poseen algunas que se remontan al siglo XII e incluso a finales del XI.
Para 1530 sólo en Alemania había catorce versiones en lengua erudita y cinco en lengua corriente. Además había muchas versiones parciales, como del Nuevo Testamento, de los Salmos… (segun Janssen: Geschichte des deutschen Volkes seit dem Ausgang des Mittelalters, 8 vv., Friburgo, 1883-1893, tomo I, pág. 51)
«En la Edad Media, como en todas las épocas, el niño va a la escuela. Por lo general, es la escuela de su parroquia o del monasterio más cercano. En efecto, todas las iglesias tienen una escuela: a ello obliga el Concilio de Letrán de 1179, y en Inglaterra, todavía puede verse la iglesia junto a la escuela y el cementerio. Muchas veces son fundaciones señoriales las que garantizan la instrucción de los niños; Rosny, una pequeña aldea a orillas del Sena, tenía desde comienzos del siglo XVIII una escuela que había fundado hacia el año 1200 su señor Gui V Mauvoisin. También los capítulos de las catedrales estaban sometidos a la obligación de enseñar dictada por el Concilio de Letrán.
El niño entraba en ellas a los siete u ocho años de edad, y la enseñanza que preparaba para los estudios universitarios se extendía a lo largo de una década, lo mismo que hoy, de acuerdo con los datos que proporciona el abad Gilles el Muisit. Varones y niñas estaban separados; para las niñas había establecimientos particulares, pero donde los estudios alcanzaban a veces niveles muy altos. La abadía de Argenteuil, donde se educó Eloísa, proporcionaba el aprendizaje de la Sagrada Escritura, letras, medicina y hasta cirugía, aparte del griego y el hebreo, que introdujo Abelardo. En general, las escuelas daban a sus alumnos nociones de gramática, aritmética, geometría, música y teología, que les permitían acceder a las ciencias que se estudiaban en la Universidad; algunas incluían alguna enseñanza técnica. La Histoire Littéraire menciona como ejemplo la escuela de Vassor en la diócesis de Metz, donde al mismo tiempo que aprendían la Sagrada Escritura y las letras, los alumnos trabajaban el oro, la plata y el cobre (Nota 2: L. VII, c. 29; registrado por J. Guiraud, Histoire partiale, histoire vraie, pág. 348).
En esta época los niños de las diferentes clases sociales se educaban juntos, como lo atestigua la conocida anécdota que presenta a Carlomagno irritado contra los hijos de los barones, que eran perezosos, contrariamente a los hijos de los siervos y los pobres. La única distinción que se hacía era la de la retribución, dado que la enseñanza era gratuita para los pobres y de pago para los ricos, en la Edad Media había poca diferencia en la educación que recibían los niños de diferente condición; los hijos de los vasallos más humildes se educaban en la mansión señorial junto a los del señor, los hijos de los burgueses ricos estaban sometidos al mismo aprendizaje que el del más humilde artesano si querían atender a su vez el comercio paterno. Ésta es sin duda la razón por la cual hay tantos grandes de origen humilde: Suger, que gobernó Francia durante la cruzada de Luis VII, era hijo de siervos; Maurice de Sully, el obispo de París que hizo construir la iglesia de Nôtre-Dame, nació de un mendigo; San Pedro Damián fue porquero en su infancia, y Gerbert d’Audrillac, una de las luces más fulgurantes de la ciencia medieval, fue también pastor; el papa Urbano VI era hijo de un zapatero de Troyes, y Gregorio VII, el gran Papa de la Edad Media, de un pobre cabrero. A la inversa, muchos grandes señores son letrados cuya educación no debió diferir en mucho de la de los clérigos:Roberto el Piadoso componía himnos y secuencias latinas; Guillermo IX, príncipe de Aquitania, fue el primero de los trovadores; Ricardo Corazón de León nos dejó poemas, lo mismo que los señores de Ussel, de Baux y muchos otros; para no hablar de casos más excepcionales como el del rey de España Alfonso X» (Régine Pernoud, A la luz de la Edad Media, Ed. Juan Granica, Barcelona 1988, págs. 115-118).
Así que la edad media que la leyenda negra llama oscurantismo es la primavera de la Iglesia, las Cruzadas y la Reconquista, las codificaciones y las catedrales góticas, la división de la propiedad y de los gremios, de Santo Tomás de Aquino y San Francisco de Asís. En palabras de Belloc, «una civilización que fue indudablemente la más elevada y la mejor que hayamos conocido”. Después vendría la anarquía moral de la Reforma, pero ese si que es una triste historia.