Los jesuitas, estimaban que hacia fines del siglo XVI, había en Japón 300.000 católicos, perseguidos por los budistas. Las ciudades evangelizadas por San Francisco Eran las Mas Catolicas, Hiroshima y Nagasaki.
Kirishitan significa cristiano en japonés, estas Kirishitan eran organizaciones clandestinas que habían mantenido el rito del bautismo y del año litúrgico sin sacerdotes durante 250 años. Un milagro de cristianismo en medio de la persecución.
Por los años 1630, las personas estaban siendo obligadas a presentar un certificado de afiliación a un templo budista, como prueba de la ortodoxia religiosa, la aceptación social y la lealtad al régimen.
En la primera mitad del siglo XVII el shogunato exigió la expulsión de todos los misioneros europeos y la ejecución de todos los conversos. Esto marcó el fin de la apertura al cristianismo en Japón. El bakufu hizo tablones de anuncios en todo el país en encrucijadas y puentes, entre las muchas prohibiciones que figuraban en estas tablas había advertencias estrictas contra el cristianismo.
La persecución sistemática comenzada en 1614 se enfrentó a una fuerte resistencia de los cristianos, a pesar de la salida del clero. La razón principal de esta resistencia no era la presencia de algunos sacerdotes, sino la auto-organización de muchas comunidades.
En 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, ocho sacerdotes jesuitas vivían en una casa parroquial a menos de una milla de donde se lanzó la bomba atómica en la ciudad de Hiroshima en Japón. Mientras que la iglesia al lado de la casa parroquial fue completamente destruida y miles de personas murieron y miles de personas sufrieron tremendamente por la exposición a la radiación, la casa permaneció en pie y los ocho sacerdotes misioneros sobrevivieron milagrosamente. También fue milagroso e inexplicable que ninguno de los ocho jesuitas sufriera exposición a la radiación.
En los años posteriores a la explosión, fueron examinados muchas veces y vivieron muchos años después. Cuando los sacerdotes fueron entrevistados, dijeron repetidamente por qué creían que habían sobrevivido y por qué no habían sufrido la exposición a la radiación como se esperaba. Atribuyeron su supervivencia al hecho de que rezaban el Rosario fielmente en esa casa todos los días.








































