Hombre que edifica su casa
Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será como el varón prudente, que edifica su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, pero no cayó. Pero el que me oye estas palabras y no las pone por obra, será semejante al necio, que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, y cayó con gran ruina. Mat 7:24-27
Toda predicación de los herejes se funda en arena movediza, que no puede hacerse compacta, y así se desmorona.
Significa con las lluvias, las seducciones de los blandos placeres, que se desprenden poco a poco por todas las rendijas (cuando éstas están abiertas) para humedecer la fe, después de las cuales llega el oleaje de los ríos (o torrentes), esto es, el empuje de los placeres más criminales, y de todas partes soplan los vientos con todo su furor, esto es, todo espíritu del poder diabólico entra en la lid.
Los rumores de los hombres se comparan a los vientos, el río a las concupiscencias de la carne, El que es seducido por la prosperidad, es quebrantado por la adversidad, lo cual no teme el que tiene edificada su casa sobre piedra, esto es, el que no sólo escucha los preceptos del Señor, sino que también los practica.
Se expone a peligro en todas estas cosas, aquel que oye y no obra. Cuando dice: «Y todo el que oye estas mis palabras», bien manifiesta que estas palabras comprenden todos los preceptos en que se funda toda la vida del cristiano. Dios nos ha dado dos medios para conocer la verdad: la fe en su Palabra y la razón, aplicada de manera justa. La no apertura al entendimiento de la Escritura es, pues, signo de una mente enferma.
Cristo, es el varón sabio que ha edificado su Iglesia sobre la firmeza de la fe. El hombre necio es el diablo que ha edificado su casa (es decir, todos los impíos) sobre arena (que es, la inconstancia de la infidelidad),
Los vientos favorables son las diversas virtudes, o los ángeles, que obran de una manera invisible en los sentidos de los hombres y los inclinan a obrar el bien, y vientos perjudiciales son los espíritus inmundos.
Ríos malos son los hombres llenos del espíritu inmundo e instruidos en la palabra, como son los filósofos y los demás profesores de las ciencias humanas, de quienes brotan ríos de aguas pantanosas, pues no todos los que se llaman cristianos pertenecen a Cristo.
Pero la lluvia de la verdadera doctrina cae contra la casa que el diablo edificó. Y su ruina es grande. Disueltos los errores, vencidas las mentiras y destruidos los ídolos en todo el mundo.
En cambio La Iglesia, edificada por Cristo, no puede ser destruida, así, el cristiano, que edifica sobre Cristo, no puede ser derribado por ninguna adversidad.

































