EL CETRO NO SERA QUITADO DE JUDA, ni el bastón de mando de entre tus piernas, hasta que venga el Mesias, al cual corresponde el reino, y éste será la esperanza de las naciones. Gén 49:10
Según esta profecía , dos signos deben preceder a la venida del Mesías:
La pérdida del cetro y la supresión del poder judicial. El Talmud dice:
«El hijo de David no ha de venir antes de que el poder real haya desaparecido de Judá»; y «El hijo de David no ha de venir antes de que hayan desaparecido los jueces en Israel». Tratado Sanedrín, fol. 97.
El primer signo se cumplió, cuando el cetro fue arrancado de la mano de Judá en el año 587 antes de Cristo, con la muerte del rey Sedecías.
Ningún descendiente de David volvió a ocupar el trono de Israel. De hecho Los últimos reyes de Israel, los Macabeos, eran de la tribu de Leví, sacerdotes, 1Macabeos 2,1.
Herodes el grande, que puso fin a los macabeos, ni siquiera era de sangre judía. Antigüedades de los judíos, XIV, VII,3, de Flavio Josefo.
El segundo signo, la pérdida del poder judicial, se cumplió con la deposición del rey Arquelao, hijo y sucesor de Herodes el grande, en el año 7 después de Cristo, cuando Judea y Samaria se convirtieron en provincias romanas.
Cuando Roma empezó a enviar procuradores en nombre del César.
De los cuales Poncio pilatos fue Uno de ellos. Al cual los judíos debieron acudir para rogarle que ejecutara a Su Mesias, que no aceptaban.
Porque, había sido quitado al Sanedrín el ius gladii, el derecho soberano sobre la vida y la muerte en Israel. Dice el Talmud:
«Una vez suprimido el poder judicial, ya no había Sanedrín». Talmud de Babilonia, Tratado Sanedrín, cap. IV, fol. 37.
«Unos cuarenta años antes de la destrucción del templo, le fue arrebatado a los judíos el derecho de dictar sentencia capital». Talmud de Jerusalén, tratado Sanedrín, fol. 24.
Cuando el Sanedrín vió que se les arrebataba el derecho soberano sobre la vida y la muerte, la desolación fue general, según narra el rabino Rachmon, en Pugno fidei, Leipzig, pág. 872.
«Los miembros del Sanedrín se cubrieron la cabeza de cenizas y se vistieron con cilicios, diciendo: “Malditos seamos porque se le ha quitado el cetro a Judá y el mesías no ha venido».
Por eso el Pontífice forzó a Cristo para que dijera si era el mesías.
Entonces el sumo sacerdote le dijo:
-Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
-Tú lo has dicho -le respondió Jesús-. Además, os digo que en adelante veréis «al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo». Mat 26:63
Así Jesús da testimonio. Confesando que Él es el Mesías, pero los judíos necesitaban un mesías político y guerrero, por eso no lo aceptaron y lo mataron. Echando sobre sus cabezas la sangre del mesías como maldición.
Pero los dones y la vocación de Dios son irrevocables. De la misma manera que vosotros en un tiempo erais desobedientes a Dios, (es decir los pueblos paganos que aceptaron a Dios y se convirtieron al cristianismo) ahora habéis alcanzado misericordia, a causa de la desobediencia de ellos, así, también ellos ahora han sido desobedientes, para que, con motivo de la misericordia concedida a vosotros, a su vez alcancen misericordia. (Es decir la promesa que, si se convierten a Cristo, serán perdonados) Porque a todos los ha encerrado Dios dentro de la desobediencia, para poder usar con todos de misericordia. ROm 11, 29
En cuanto a la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es adorado, hasta el punto de sentarse él mismo en el templo de Dios, mostrándose como si fuera Dios. 2 tes 2 1,4