Onán Era el segundo hijo de Judá. Después de que su hermano mayor, Er, falleciera, Onán debía casarse con su viuda Tamar, siguiendo la regla del levirato que dictaba la Ley judía. Según la Biblia, cada vez que tenía una relación sexual con su cuñada, eyaculaba sobre la tierra, practicando el coitus interruptus. Según la ley de su tiempo, un hijo tenido con Tamar no sería considerado suyo, sino un niño tardo de su hermano. Este hijo tardo heredaría los derechos de la primogenitura por ser considerado hijo de Er, el hermano mayor, desplazando a un segundo lugar a Onán, quien no cumplió sus órdenes, y entonces en respuesta Dios lo mató. Una condena por practicar la anticoncepción. Tener coito con otra intención cualquiera que no sea procrear es lesionar a la naturaleza. Se puede percibir teológicamente que el pecado de Onán al practicar el coitus interruptus, trasciende más allá de su propia avaricia, ya que mediante este acto estaba frenando el propósito y la obra salvadora de Yahveh; puesto que a través de su linaje descendería el Mesías.
El uso del matrimonio sin querer tener hijos provoca el castigo de Dios. Dios los abandona a la comodidad, a los placeres de la vida y a las pasiones vergonzosas (Romanos 1, 26), de modo que degeneran sin remedio, extirpándose a sí mismos. El maltusianismo de hoy es aún más detestable, a los ojos de Dios, según la Biblia. “Dictada por Dios principalmente, con un fin religioso, es decir, santificador, prepondera en ella la verdad normativa, a la de simple especulación… Pero la misma enseñanza moral suele darse en historias, y éstas se convierten en regla viva, en moral “vivida”, cuyas reglas se graban profundamente en el espíritu de los oyentes”
La Pontificia Academia para la Vida, dice que Humanae Vitae no es magisterio infalible.
Humanae Vitae del latín: La vida humana, es la última encíclica escrita por el papa Pablo VI, publicada el 25 de julio de 1968. Esta encíclica, Sobre la regulación de la natalidad, define la doctrina de la Iglesia católica sobre el aborto, los métodos anticonceptivos y otras medidas que se relacionan con la vida sexual humana, la encíclica declara ilícito todo tipo de control artificial de la natalidad, basado en el mandamiento, NO Matar
El 29 de octubre de 1952, el papa Pío XII dirigió un discurso a las comadronas católicas, en el que afirmó lo siguiente:
Nuestro Predecesor Pío XI, de feliz memoria, en su Encíclica Casti connubii, del 31 de diciembre de 1930, proclamó de nuevo solemnemente la ley fundamental del acto y de las relaciones conyugales: que todo atentado de los cónyuges en el cumplimiento del acto conyugal o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, atentado que tenga por fin privarlo de la fuerza a él inherente e impedir la procreación de una nueva vida, es inmoral; y que ninguna «indicación» o necesidad puede cambiar una acción intrínsecamente inmoral en un acto moral y lícito (cf. AAS, vol. 22, págs. 559 y sigs.).
Esta prescripción sigue en pleno vigor lo mismo hoy que ayer, y será igual mañana y siempre, porque no es un simple precepto de derecho humano, sino la expresión de una ley natural y divina.
La Iglesia católica se opone a todo tipo de anticoncepción, sea cual sea su naturaleza. Aun así, cuando existen serios motivos, la encíclica propone como lícito el uso de los métodos naturales para espaciar temporalmente los nacimientos, limitando las relaciones conyugales a los períodos naturales de infertilidad de la esposa.
Por su parte, el papa Juan Pablo II en las encíclicas tituladas Evangelium Vitae y Veritatis Splendor, reafirmó la Humanae vitae y aclaró que el uso de anticonceptivos artificiales no es una práctica aceptada por la Iglesia católica bajo ninguna circunstancia.