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Libre Interpretación

Cualquiera que conozca algo la historia de la pseudo-reforma, por poco que sea, sabe que la multitud de sectas a que dio origen, unas 60,000 hasta ahora, no coinciden en cuanto al número de libros inspirados. Cada Uno quiere escribir o dar su “versión Libre” de lo que contiene la biblia . Lutero se reía del Eclesiastés y decía que el libro de Job era una fábula y quitaba la epístola de Santiago; Calvino arrancaba el libro de la Sabiduría; Castalio, el Cantar de los Cantares; los anabaptistas, el evangelio según San Marcos, y todos, los dos libros de los Macabeos; hubo sectarios que hasta condenaron el libro del Apocalipsis; así pues, ¿a qué se refieren los protestantes al hablar de la Biblia? ¿A qué canon? Y si la Escritura es la autoridad última, si la Biblia es la autoridad final en materia de fe, ¿dónde dice la Escritura que el catálogo completo de libros inspirados se compone de tales o cuales libros inspirados y de ninguno más? ¿Dónde dice la Escritura que el canon completo de la Escritura es el que maneja una de las Iglesias «reformadas» y no el que usa otra de tales Iglesias, o la Iglesia Católica, p. ej.? ¿En qué libro de la Escritura se enumeran todos los libros inspirados? ¿Cómo saber, por tanto, qué libros están inspirados y cuáles no? Ningún protestante puede justificar su elección más que violando el principio de que «la Escritura es la única regla de la fe, la autoridad última o final en materia de fe».

El principio básico de la pseudo-reforma protestante o Herejia protestante, dice que Dios inspira directamente a cada fiel la interpretación de la Escritura. Dicho principio lo usó Lutero para negar a la Iglesia Católica toda autoridad a la hora de dirimir cuestiones de fe y de interpretación de la Escritura. Vino a decir que sólo la Biblia basta, pues es «de suyo bastante clara para imponer una doctrina dogmática”.

Pero ¿quién le garantiza que un libro o una página es palabra de Dios? La iluminación interior y la propia experiencia. Otras veces dirá que el Divino Espíritu.

Erasmo, muy agudamente, le argüirá más tarde que ojalá fuese verdad eso de la claridad de la Escritura, y que tanto espíritu como Lutero, dicen tener los nuevos profetas que le combaten e interpretan la Biblia de otro modo, por ejemplo, Karlstadt, Zwinglio, Esclampadio y Capitón. Pues entonces, ¿por qué se irrita contra ellos y los llama herejes, si se apoyan, como él, en la Sagrada Escritura?

Así arguye Erasmo en Hyperasp. 1.1 (el texto anterior está tomado de Martín Lutero, tomo I, de Ricardo García-Villoslada, BAC, 2ª ed., Madrid 1976, pág. 362).

Lo más gracioso de todo este asunto es que la red de asociaciones, las autoproclamadas Sociedades Bíblicas Unidas, aducen como prueba de que la Escritura es la autoridad última o final, nada menos que a un texto bíblico condenatorio del principio protestante que, es este: el de que Dios inspira directamente a cada fiel la interpretación de la Escritura, a la cual, por eso mismo, se la declara de interpretación privada.

«la fe cristiana, de modo unánime, expresa su convicción respecto al valor y la vigencia permanentes de la Biblia en declaraciones como la que hallamos en II Pedr. 1, 19-21:

‘Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta el día que amanezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones. Pero ante todo entended que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo’ » (Prefacio a la traducción de la Biblia autodenominada Santa Biblia Reina-Valera, que son los apellidos de los 2 “traductores” revisión 1995, Sociedades Bíblicas Unidas, Colombia 1997).

Notemos dos cosas: 1) la Escritura condena el principio protestante de que la Escritura es de interpretación privada, por ende condena el principio de que se deriva éste, es decir: el de que Dios inspira a cada fiel, directamente, la interpretación de la Escritura; 2) el texto reproducido no dice en parte alguna que la Escritura sea la autoridad última o final.

Una consecuencia de dicho principio de la pseudo-reforma protestante, es la inutilidad de la exégesis; en efecto, si, como enseñan los herejes, Dios ilumina a cada fiel a la hora de interpretar la Escritura, si Dios le inspira a los fieles el verdadero sentido de la Biblia, ¿qué falta hace la exégesis? ¿A santo de qué, dilucidar sesudos principios «exegéticos», si no son necesarios en absoluto? De aquí se infiere que para los «reformados» la exégesis carece de importancia: lo único que les importa es tergiversar las Escrituras para combatir así a la Iglesia fundada por Dios.

Otra consecuencia es la anarquía en el campo doctrinal: si Dios ilumina a cada fiel en su interpretación de la Escritura, ¿por qué debe aceptar la interpretación de cualquiera, por mucho griego o hebreo que sepa o diga saber? Tan inspirado está cualquier destripa-terrones como el primero de los licenciados en Filología Hebrea o en Sagrada Escritura en arameo o griego.

Las profecías no vienen “de la voluntad de hombre” porque nadie puede conocer lo porvenir (Isaías 41, 23). Antes bien tienen su origen en Dios (Daniel 12, 8) y por eso es que las que anuncian la glorificación de Cristo son absolutamente fieles y seguras, confirmando y confirmándose recíprocamente con el testimonio de Pedro.

“Titubea la fe, escribe San Agustín a San Jerónimo, si vacila la autoridad de las divinas Escrituras”.

“A la Iglesia pertenece juzgar del verdadero sentido e interpretación de la Sagrada Escritura”, “para eso puso Dios en la Iglesia doctores, para que interpreten las Escrituras, y la interpretación de las palabras es uno de los carismas del Espíritu Santo como enseña Pablo en I Corintios 12, 10 y 14, 26”. Romanos 12, 5 .; Efesios 4, II .

“Para indagar y comprender los sentidos de la Escritura es necesaria una vida recta, un ánimo puro y la virtud que es tal según Cristo, a fin de que la mente humana, corriendo por el camino de Él, pueda conseguir lo que busca, en cuanto es concedido a la mente humana penetrar las cosas de Dios” (San Atanasio).

“Las Escrituras reclaman ser leídas con el espíritu con que han sido escritas; con ese espíritu se entienden” (San Bernardo).

Abad Teodoro “expresa que la inteligencia de las Escrituras ha de buscarse no tanto revolviendo comentarios de intérpretes cuanto limpiando el corazón de los vicios de la carne, expulsados los cuales, dice, pronto el velo de las pasiones cae de los ojos y empiezan éstos a contemplar, como naturalmente, los misterios de las Escrituras”. Mateo 5, 8; Lucas 10, 21; I Corintios 2, 10 y 14 y notas.

Por #bottegadivina

Bottega Divina es un Canal dedicado a aplicar la tradición moral Cristiana a situaciones críticas en la política y la sociedad. Abogamos y velamos por la aplicación de los principios fundamentales de la sociedad, como el derecho natural, en los ámbitos políticos y sociales.

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