El Domingo de Resurrección un sacerdote en medio de una animada homilía en una misma con aplausos y guitarras, canticos y banda, expuso el caso de una vecina que, en la confesión se acusó de sentir reservas por Bergoglio, según dijo el mismo presbítero, la señora se quería confesar por lo que siente por las cosas que Francisco dice y hace y el presbítero en cuestión, le dijo que no le podía dar la absolución y según contó, la señora se paró y se fue, sin absolución.
En el sacramento de la penitencia, los fieles que confiesan sus pecados a un ministro legítimo, arrepentidos de ellos y con propósito de enmienda, obtienen de Dios el perdón de los pecados cometidos después del bautismo, mediante la absolución dada por el mismo ministro, y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron al pecar.
CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO,
DELITOS EN EL EJERCICIO DE LAS FUNCIONES ECLESIASTICAS Cann. 1378-1389
1378 § 1. El sacerdote que obra contra lo prescrito, incurre en excomunión latae sententiae.
1388 § 1. El confesor que viola directamente el sigilo sacramental, incurre en excomunión latae sententiae
1389 § 1. Quien abusa de la potestad eclesiástica o del cargo, debe ser castigado de acuerdo con la gravedad del acto u omisión, sin excluir la privación del oficio.
El confesor que viola el secreto de confesión incurre en excomunión automática.
La Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas. Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes.
El Código de Derecho Canónico, canon 983,1 dice:
«El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrirlo, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo»
El secreto de confesión no admite excepción. Se llama «sigilo sacramental» y consiste en que todo lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda «sellado» por el sacramento.
Un sacerdote no puede hablar a nadie sobre lo que se le dice en confesión.
El sigilo obliga por derecho natural (en virtud del cuasi contrato establecido entre el penitente y el confesor), por derecho divino (en el juicio de la confesión, establecido por Cristo, el penitente es el reo, acusador y único testigo; lo cual supone implícitamente la obligación estricta de guardar secreto) y por derecho eclesiástico (Código de Derecho Canónico, c. 983).
Aun si revelando una confesión pudiera evitar un mal, el sacerdote No puede revelarlo y debe custodiarlo con su vida.
El sigilo sacramental es inviolable; por tanto, es un crimen para un confesor el traicionar a un penitente ya sea de palabra o de cualquier otra forma o por cualquier motivo.
No hay excepciones a esta ley, sin importar quién sea el penitente. Esto se aplica a todos los fieles —obispos, sacerdotes, religiosos y seglares—. El sigilo sacramental es protección de la confianza sagrada entre la persona que confiesa su pecado y Dios, y nada ni nadie puede romperlo.
Las autoridades judiciales NO pueden obligar a un sacerdote a revelar un secreto de confesión
En el Derecho de la Iglesia es absoluto, el sigilo sacramental es inviolable.
Esta rigurosa protección del sigilo sacramental implica también para el confesor la exención de la obligación de responder en juicio civil o eclesiástico «respecto a todo lo que conoce por razón de su ministerio», y la incapacidad de ser testigo en relación con lo que conoce por confesión sacramental, aunque el penitente le releve del secreto «y le pida que lo manifieste», (cánones 1548 y 1550). Es decir que aunque el penitente le de permiso de revelar el secreto, NO puede hacerlo o queda excomulgado, y obliga a guardar secreto absoluto de todo lo dicho en el sacramento de la confesión, aunque no se obtenga la absolución de los pecados o la confesión resulte inválida.
San Juan Nepomuceno fue un ejemplo de la protección al sigilo sacramental, prefirió morir antes que revelar el secreto de confesión. Vicario General del Arzobispado de Praga, el santo fue confesor de Sofía de Baviera, la esposa del rey Wenceslao, que tenía ataques de cólera y de celos, ordenó al sacerdote que le revelara los pecados de su mujer. La negativa del santo enfureció a Wenceslao. El rey se llenó de cólera y ordenó torturarlo. El cuerpo de Juan Nepomuceno fue arrojado al río Mondalva