El apóstol Santiago trajo a Hispania, en el año 38 de nuestra era, desde Jerusalén, una escultura de la Virgen. Esta imagen había sido hecha por Nicodemo y pintada por San Lucas.
Los madrileños le dieron el nombre de Almudena que procede de “al-mudayna”, es decir, “ciudadela” o recinto militar construido junto al alcázar donde se encontraba el “al-mudy”.
San Calocero, uno de sus discípulos, la dio en ofrenda a la iglesia de Santa María, situada en la Cuesta de la Vega y allí se quedó hasta la conquista musulmana.
Tras la derrota de los visigodos y la muerte de su rey Rodrigo, durante la batalla de Guadalete, en 711, el Califato Omeya conquistó el sur de la Península Ibérica, los feligreses sacaron la única imagen de la Virgen que tenían y la escondieron en un nicho de la muralla.
El 9 de noviembre de 1085, mío Cid Campeador llego Madrid con el Rey Alfonso y con sus tropas hicieron una procesión, al compás de Himnos religiosos y Militares para desagraviar a la virgen y la Fe, que habían sido pisoteadas, al entrar en la ciudad amurallada se derrumbo, de repente, una parte de la muralla, dejando al descubierto la estatua con dos cirios que la alumbraban milagrosamente durante todos esos siglos. Razón por la cual quedo morena de hollín.
Tras más de 4 siglos de dominación árabe, la Virgen de la Almudena volvió a ocupar su lugar en el altar mayor de su iglesia.
Cuenta Lope de Vega, que la virgen de la Almudena le aviso a San Isidro que su hijo había caído a un pozo y que cuando éste llegó, invocó a la virgen, el pozo se llenó y el niño subió con el agua de la mano de la Virgen y se salvo de morir ahogado.
En aquella época Toledo era la capital, pero a partir de la re-aparición de la Almudena, Madrid empezó a cobrar importancia hasta que, con la decisión de trasladar la corte a Madrid, adoptada por Felipe II, hijo de Carlos I de España, y por tanto emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y de Isabel de Portugal. en el año 1561, Madrid paso a ser la Capital de un reino donde el «sol no se pone».
La Capilla del Santísimo de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena. El conjunto es obra del artista Marco Rupnik, sacerdote jesuita.
En la Capilla del Santísimo la parte fundante y central es el sagrario que aquí se coloca en una «torre eucarística».
La primera imagen a la izquierda recuerda la serpiente de bronce de moisés en el desierto. Todo el que era mordido por la serpiente y miraba la serpiente de bronce que puso Moisés en el bastón, fue curado y no murió. Tanto Juan (Jn 3, 14) como Pablo (1Cor 10, 9) se sirven de esta imagen para indicar a Cristo como única medicina de inmortalidad.