Al confirmando se le examina el alma, para saber si es merecedor del Don más grande que Dios nos ha hecho, llamado Gracia Santificante, que consiste nada menos que en LA PARTICIPACIÓN EN SU VIDA DIVINA. Por la Gracia, Dios nos hace semejantes a Él.
¿Estáis dispuestos a luchar contra el pecado que se manifiesta, entre otras cosas, en el egoísmo, la envidia, la venganza, la mentira, el pensar solo en vosotros mismos y en el desinterés hacia los demás y especialmente hacia los que sufren?
Si la repuesta es positiva y por SU amor, Dios nos comunica su Vida Divina por el Espíritu Santo.
«Por el Sacramento de la Confirmación (los fieles) se vinculan con más perfección a la Iglesia, se enriquecen con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma se obligan con mayor compromiso a difundir y defender la fe, con sus palabras y sus obras como verdaderos testigos de Cristo».
Al confirmarse llega la gracia y «Sobre aquél reposará el Espíritu de Dios» (Is. 11,2)
Según la promesa bíblica al confirmarse «El Espíritu del Señor Dios está sobre mí» (Is.61,1)
De manera mística , al recibir el oleo:
“De repente se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como paloma y venía sobre él» (Mt.3, 16).
Porque Dios ha prometido a aquellos que le acepten:
“Infundiré mi Espíritu en ustedes para que vivan según mis mandatos y respetan mis órdenes» (Ez.36,27). Y «El Espíritu Santo les enseñará en ese mismo momento lo que hay que decir» (Lc.12,12)
Lo cumplió el mismo día de la Pascua: «Dicho esto, sopló sobre ellos diciendo: Reciban al Espíritu Santo (Jn.20,22)
De una manera más notable en Pentecostés: «y quedaron llenos del Espíritu Santo» (Hech.2,4)
La imposición de las manos es el signo del Sacramento de la Confirmación y por ello se unge con el óleo perfumado (Crisma).
El nombre de «cristiano» significa seguidor de Cristo, el «Ungido».
La confirmación es como el sello de propiedad que se imprime en un documento. Es recibir la gracia santificante de forma “Oficial”.
La Confirmación produce en nosotros el crecimiento necesario para llegar a la madurez cristiana: el Espíritu Santo nos comunica sus siete Dones.
«Y como Pablo les impusiera las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, hablaron lenguas y profetizaron» (Hech. 19,6).
Los 7 Dones son los siguientes:
Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad, Temor de Dios.
El Espíritu Santo, que habita en el corazón de los bautizados, se les infundirá con la confirmación en mayor plenitud, a fin de hacerles madurar y crecer como cristianos.
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