«Las almas de los justos que en el instante de la muerte se encuentran libres de toda culpa y pena de pecado entran en el cielo.» Dogma Católico
Síntesis del pensamiento del cardenal Karl Ratzinger acerca del cielo tal como se encuentra expresado en su obra «Escatología»:
El cielo representa una realidad escatológica, es decir, a que su contenido rebasa la realidad que queda al alcance de nuestros sentidos, pues hace referencia a algo que aunque ya lo percibamos ahora solamente vendrá a realizarse en plenitud hasta después de nuestra muerte.
Cristo se encuentra a la derecha del Padre, con el poder regio de Dios sobre la historia y sobre el mundo, pero no desvinculado de él sino referido a él; por lo tanto el cielo no se localiza en un sitio o en un espacio, pero tampoco se le puede desvincular del cosmos como si fuera un mero estado, una forma de ser, porque el cielo es la nueva tierra de destino de los cristianos»:
Dios no está, por tanto, vinculado al lugar.
Cuando decimos está en el cielo queremos decir que es distinto de la tierra, que está elevado sobre ella. La palabra cielo es la designación del modo de existir de Dios. Puede sustituir precisamente a la palabra Dios. En este sentido podemos llamar al reino de Dios reino de los cielos. Llegar al cielo no es, por tanto, primariamente un proceso espacial, sino que significa tanto como llegar a Dios, vivir con Dios, participar de su plenitud de vida y de su virtud absoluta de existencia. Por eso el cielo no puede ser localizado en un determinado lugar de la creación. Si Dios es omnipresente, el cielo no es idéntico con un determinado lugar de la creación. El cielo está donde está Dios. Puede, por tanto, estar en todas partes
(Teresa de Ávila, Camino de perfección, cap. 20).
La doctrina de que el hombre llega al cielo es, por tanto, totalmente independiente de los cambios de la imagen del mundo. Es compatible con cualquier imagen del mundo. Tiene validez tanto en la época de la antigua concepción del mundo como en la época de la concepción moderna de él. Todo lugar dentro de la creación es también apropiado para estar ordenado al encuentro del hombre con Dios, sin que ningún espacio tenga prerrogativas sobre los demás y sin que sea necesaria una determinada figura del mundo. El acento está en el modo de existencia y forma de vida, no en el lugar del cielo. El dogmático Pohle expresa este hecho de la manera siguiente (Lehrbuch der Dogmatik I, página 740): «Aunque no es dogma eclesiástico que haya que entender el cielo y el infierno como lugares (en lugar de entenderlos como meros estados) y aunque la futura resurrección de los cuerpos lleve con necesidad a esta idea, las indicaciones exactas de los lugares en que puedan encontrarse el cielo y el infierno no pueden ser vistas como algo perteneciente a la sustancia de la fe.»
Sin embargo, aunque se puede decir que donde está Dios está también el cielo, quien participa de la forma de vida celestial está vinculado al espacio. Pues el alma del hombre, sobre todo del hombre que existe corporalmente después de la resurrección de los muertos, no es omnipresente. El hombre salvado que participa del modo de existencia celestial no estará sometido, como en la vida de peregrinación, a las leyes del espacio y del tiempo. Sin embargo, está limitado a un determinado espacio. Es difícil entender el modo de esta vinculación al espacio. Se puede decir, sin duda, que Dios asigna a los espíritus de los difuntos un determinado espacio para la realización de su modo de vida. Lo mismo que los ángeles tienen un campo de acción limitado. Se puede pensar que la comunidad de los bienaventurados está vinculada para su vida comunitaria a un lugar y en cierto modo a un campo de estancia y de acción. Pero no podemos demostrar esa opinión. La especialidad vale naturalmente en mucha mayor medida para los hombres glorificados desde la resurrección.
Como la cuestión de dónde está el cielo no puede ser contestada, se
pospone también en importancia a la cuestión de qué es el cielo. Pues la Sagrada Escritura describe el cielo más como una forma determinada y perfecta de existencia humana que un lugar determinado. Lo llama reino de Dios, vida eterna, vida dada por Dios, paz sin tormento, salvación eterna, alegría y corona de la gloria, banquete con Dios, banquete
nupcial. herencia de Cristo, luz y descanso, contemplación de Dios. Cuando usa expresiones espaciales pueden ser reconocidas como imágenes. Cuando San Pablo habla, por ejemplo, una vez de la luz inaccesible en que Dios habita y la llama tercer cielo (2 Cor. 12, 2) habla con el lenguaje de la apocalíptica judía. Usa imágenes temporales para expresar lo inefable de su fe y de su experiencia.
El cielo es, por tanto, una determinada vida, una determinada forma de existencia. Llegar al cielo significa, como hemos dicho, tanto como llegar a Dios. Pero como el hombre sólo puede llegar a Dios cuando Dios viene a él, tomando la iniciativa, con mayor derecho podemos llamar al cielo llegada de Dios al hombre, instauración del reino de Dios, del reino de la verdad y del amor en el hombre. Está en el cielo aquel en quien la verdad, la santidad y justicia personales se han impuesto con tal perfección que todo el hombre está dominado y transformado por ellas.
La cuestión de qué es el cielo sólo puede responderse, según eso, respondiendo a la cuestión de qué es Dios. En ello se ve que el cielo es en definitiva un misterio impenetrable, «ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado a los que le aman» (/1Co/02/09). Schmaus
» Y vi la ciudad, la santa, la Jerusalén nueva, descender del cielo de parte de Dios, ataviada como una novia que se engalana para su esposo.Apocalipsis 21:2
«Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible…Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro».
Las Moradas de Santa Teresa, nos invita a considerar nuestra alma como un castillo todo de diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas…y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma»
En el Catecismo 326 la expresión «cielo y tierra» significa: todo lo que existe, la creación entera. Indica también el vínculo que, en el interior de la creación, a la vez une y distingue cielo y tierra: «La tierra», es el mundo de los hombres (cf Sal 115, 16). «El cielo» o «los cielos» puede designar el firmamento (cf Sal 19, 2), pero también el «lugar» propio de Dios: «nuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5, 16; cf Sal 115, 16), y por consiguiente también el «cielo», que es la gloria escatológica. Finalmente, la palabra «cielo» indica el «lugar» de las criaturas espirituales —los ángeles— que rodean a Dios.
«Después dijo Jesús a sus discípulos: «En verdad, os digo: Un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos».Mateo 19:23
«los cuales les dijeron: “Varones de Galilea, ¿por qué quedáis aquí mirando al cielo? Este Jesús que de en medio de vosotros ha sido recogido en el cielo, vendrá de la misma manera que lo habéis visto ir al cielo.”Hechos 1:11
«En la casa de mi Padre hay muchas moradas; y si no, os lo habría dicho, puesto que voy a preparar lugar para vosotros.Y cuando me haya ido y os haya preparado el lugar, vendré otra vez y os tomaré junto a Mí, a fin de que donde Yo estoy, estéis vosotros también.Juan 14:2-3
“He aquí que veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está de pie a la diestra de Dios».Hechos 7:56
«El cielo es cielo de Yahvé; mas dio la tierra a los hijos de los hombres».Salmos 115:16
«Así brille vuestra luz ante los hombres, de modo tal que, viendo vuestras obras buenas, glorifiquen a vuestro Padre del cielo».Mateo 5:16
«Los cielos atestiguan la gloria de Dios; y el firmamento predica las obras que Él ha hecho».Salmos 19:2
«Conozco a un hombre en Cristo, que catorce años ha — si en cuerpo, no lo sé, si fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer cielo.2 Corintios 12:2