Niños que juegan en la plaza
¿A quién compararé yo esta generación? Es semejante a niños sentados en la plaza, que se gritan unos a otros diciendo: “Os tocamos la flauta, y no habéis bailado; cantares lúgubres, y no habéis llorado..” Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: Está poseído del demonio. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: Es un comilón y un bebedor de vino, amigo de publícanos y pecadores. Y la Sabiduría se justifica por sus obras. Mat 11:16-19
Todo este pasaje nace del sentimiento de indignación del Señor ante el oprobio de la infidelidad del populacho, que no se había instruido con las diversas palabras del Señor.
Desprecian toda clase de predicación, tanto la que tenía por objeto exhortaros a la virtud, como la que os incita a hacer penitencia después de haber pecado.
los Santos Apóstoles comprendieron que el reino de Dios no consiste en la comida y ni en la bebida, sino en la paciencia, en el ideal de la vida santa, que no se enorgullece con la abundancia, ni desalienta con la escasez.
La predicación de Juan no pudo convertir a los judíos, a quienes se hizo pesada, difícil y molesta la ley, a causa de ciertas prescripciones sobre la comida y la bebida. Les era imposible no pecar en la ley a causa de la dificultad que tenían en observarla y por eso la ley los sometía al demonio. La predicación del Evangelio en Cristo tampoco les pudo agradar, a pesar de lo libre que les hacía la vida y a pesar de habérseles suavizado las dificultades y pesadez de la ley. Sólo los publicanos y los pecadores creyeron después de tantas y tan grandes amonestaciones. Pero los judíos no fueron justificados por la gracia y fueron abandonados por la ley. La sabiduría fue justificada por sus hijos, es decir, por aquellos que arrebatan el reino de los cielos, mediante la justificación de la fe, confesando la obra justa de la sabiduría, que ha llevado a los fieles todos sus favores.
Los fariseos siempre rechazan la palabra de Dios, en cualquier forma que les haya sido propuesta. Su comportamiento no es el de héroes sino el de niños tercos y caprichosos. Sentados en una religión desfigurada por ellos, son capaces de descalificar al mismo Mesias, se sentían felices diezmando el anís, la menta y el comino y descuidaban, cobijados bajo el manto de su religiosidad oficial, lo fundamental de la ley: la justicia como realización de la dignidad y la fe.
Así como los buitres, que pasan volando por muchos Jardines y lugares amenos y olorosos sin que aprecien su belleza, son arrastrados por el olor de cosas putrefactas; así como las moscas, que no haciendo caso de las partes sanas van a buscar las pústulas, así también los fariseos no miran ni se fijan en el esplendor de la vida, ni en la grandeza de las obras buenas, sino en lo podrido y corrompido.
“La Sabiduría se acredita por sus obras»
















