-El fuego simboliza en el Antiguo Testamento la intervención soberana de Dios y de su Espíritu para purificar las conciencias y designa un lugar en donde este fuego existe y está ubicado.
De ello parece deducirse:
a) -Que el fuego del infierno está situados en un lugar distinto de este mundo.
b) -Que el fuego del infierno es algo distinto y extrínseco al condenado.
-La pena de sentido consiste principalmente en el tormento del fuego.
La existencia del fuego consta en múltiples lugares de la Sagrada Escritura:
«…y los echarán en el horno del fuego» (Mt. 13, 49).
«Apartaos de mí, malditos al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles» (Mt. 25, 41).
Este fuego es algo exterior, objetivo y real que existe fuera del condenado.
La teología católica llama pena de sentido a los diversos sufrimientos que padecen en su ser espiritual las personas que no han sido consideradas dignas de presentarse ante Dios.
El sufrimiento espiritual es un hecho real, como en el caso de los padres que han perdido a un hijo. Este sufrimiento es aun mayor en el caso del ateo que considera al muerto como una pérdida definitiva, pues el creyente tiene la esperanza del reencuentro.
Se trata de dolores inimaginablemente intensos.
Los conocimientos que las diversas ciencias han acumulado nos permiten comprender con mayor facilidad lo que significa la Pena de Sentido.
El dolor físico que conocemos es un aviso que recibe nuestro cerebro a través del sistema nervioso, y su objetivo es advertirnos de que nuestro organismo está sufriendo un daño en la parte dolorida para urgirnos a buscarle solución. Este aviso puede llegar mientras la parte afectada exista, y en la medida que los sensores nerviosos sean capaces de transmitirlo; hay un sistema de bloqueo automático que impide sentir dolor en varios casos, a fin de preservar de un dolor inútil al ser vivo que lo padece, como sucede en el trance de la muerte con las víctimas que son devoradas por animales.
El dolor espiritual, en cambio, no llega filtrado a través de un sistema especializado, sino que se percibe directamente y sin la posibilidad de que se sature o bloquee el sensor, ya que no hay tal, de modo que nada lo frena. Y el ser espiritual es indestructible, y unitario, de tal modo que no puede perder parte alguna. Por eso el dolor espiritual es infinito.
La pena más famosa, la inmersión en fuego, es muy peculiar porque afecta la esencia misma del ser. Quien rechaza a Dios, en su Juicio Particular descubre que está unido a Dios de manera intrínseca, insoslayable, porque Él le sostiene en la existencia, le da continuamente el ser. Ese contacto esencial le resulta insoportable debido a su rechazo de Dios y ocasiona un gran dolor.
Este contacto se convierte en lo que tradicional y analógicamente se llama «fuego» porque la pureza de Dios rechaza al mal que la persona ha aceptado como parte de sí misma, haciendo arder ese mal enquistado.
En el proceso de purificación del purgatorio, el fuego va desapareciendo conforme la persona logra desifectarse del mal que llevaba y rechazarlo,
; en el caso de los condenados, quien está en el infierno nunca se arrepentirá de sus vicios ni los rechazará por más que le quemen.
La necesidad de purificación nos ilustra otra de las penas de sentido. Nada impuro puede ingresar al cielo porque la voluntad personal del ser espiritual actúa directamente sobre la realidad. Esto quiere decir que basta un mal deseo o un mal pensamiento para hacerle daño a otra persona, lo cual es inconcebible en la presencia de Dios. Por eso, la persona más buena de la historia del mundo, mientras todavía sea capaz de tener un mal pensamiento, no puede ir al cielo.
En contraste, los condenados no son ya capaces de tener una buena intención: continua y eternamente se hacen todo tipo de daños unos a otros, solo por el placer de practicar el mal.
Otra característica de la pena de sentido es que resulta proporcional a la culpa. La justicia divina impide que alguien sufra más de lo que merece, de tal manera que ningún espíritu maligno puede sobrepasarse al hacer daño
56. Infierno. Pena de sentido – El fuego
-El fuego es el instrumento del castigo de Dios
-Simboliza la intervención de Dios para purificar las conciencias
-La pena de sentido consiste principalmente en el tormento del fuego
-Es eterno
-No es metafórico, sino real y esta descrito a lo largo de la biblia.
¡Ay de las naciones que se alzan contra mi raza! El Señor Omnipotente les dará el castigo en el día del Juicio. Entregará sus cuerpos al fuego y a los gusanos, y gemirán en dolor eternamente (Jdt. 16, 17).
Yahvéh, alzada está tu mano, pero no la ven; verán tu celo por el pueblo y se avergonzarán, tu ira ardiente devorará a tus adversarios (Is. 26, 11).
Y saliendo, verán los cadáveres de aquellos que se revelaron contra mí; su gusano no morirá, su fuego no se apagará, y serán el asco de toda carne (Is. 66, 24).
Humilla hondamente tu alma, que el castigo del impío es fuego y gusanos (Si. 7, 17).
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles que recogerán de su Reino todos escándalos y a los agentes de iniquidad y los arrojarán en el horno de fuego (Mt. 13, 41-42).
Entonces dirá también a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles…» (Mt. 25, 41).
Los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre que es la muerte segunda (Apoc. 21, 8).
-Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres Manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga (Mc. 9, 43).
-Y el Diablo, su seductor, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde están también la Bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apoc. 20, 10).
… condenó a la destrucción las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a cenizas, poniéndolas como ejemplo para los que en el futuro vivirían impíamente;… (2 Pe. 2, 6).
-No consume, sino que atormenta y los conserva en su ser
-El fuego del infierno atormenta no solamente a los cuerpos sino también a las almas de los condenados.
…Dios no perdonó a los Ángeles que pecaron, sino que, precipitándolos en los abismos tenebrosos del Tártaro, los entregó para ser custodiados hasta el Juicio… (2 Petr. 2, 4).
Este aprisionamiento afecta al entendimiento y a la voluntad, más que a la sustancia del espíritu. transtorna el entendimiento impidiéndole pensar nada distinto de su propia desgracia y la voluntad impidiéndole obrar.
-Además de la pena de daño y de sentido padecen: los tormentos internos de las tinieblas, del llanto, del rechinar de dientes, del gusano roedor de la conciencia, del hambre, de la sed y de la pena del Talión.




































































