Quis ut deus?
Quien como Dios
Significa que no estamos dispuestos a conformarnos con la desesperanza, que es lo que propone el señor de la oscuridad.
No serviré, significa que seremos negligentes e indulgentes con el error, que no aceptamos la grandeza de Dios y la corrección que nos hará mejores. Lo que conduce a la desesperación.
La felicidad del cielo consiste en la serenidad de estar confirmados en la gracia del señor, luego de haber pasado una prueba, que culmina con la muerte, pero que no termina allí, la muerte es el principio de la eternidad, que Jesús con su resurrección nos garantiza. La fe es la seguridad de recibir lo que se espera, por eso dice claramente “Yo soy el camino y la verdad y la vida”, la imitación de cristo es el camino al cielo.
El, es el primogénito de la resurrección y ese es su mensaje central, el de la esperanza, la cruz de cristo nos recuerda que la muerte ha sido vencida. Realmente ha resucitado y fueron miles los que lo vieron vivo después de la crucifixión, se dejó ver en una sola vez de más de quinientos hermanos juntos dice 1Co 15:6. Posteriormente ascendió a los cielos a la vista de todos, que se quedaron mirando al cielo y un ángel les dijo: Varones de Galilea, ¿por qué estáis ahí parados mirando al cielo? Porque Jesús mandó, “id al mundo y predicad a toda criatura”. Este Jesús, que separándose de vosotros se ha subido al cielo, vendrá de la misma suerte que le acabáis de ver subir allá. Hch 1:11
Lázaro, la hija de Jairo y el hijo de la viuda de Naim que fueron resucitados, pero que luego murieron, nos recuerdan que resucitar a esta misma vida es fútil, pero más allá hay otra vida que no termina. El mensaje de esperanza es claro, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Nuestra esperanza es el cielo, que san pablo visitó y sor Faustina nos describe al igual que muchos otros santos, San Agustín dijo “Allí, la buena voluntad estará tan dispuesta en nosotros que no tendremos otro deseo que el de quedarnos allí eternamente”.
La virgen asciende en cuerpo y alma, para mostrarnos como seremos, si es que alcanzamos el cielo. El pobre Lázaro, el personaje de la parábola de Jesús, nos anima a pensar, que es tan alto lo que ganaremos, si perseveramos hasta el final, que hay un gran abismo entre el cielo y los demás, que no se puede atravesar.
Por eso debemos rechazar los altibajos que este mundo nos ofrece, con la esperanza de un cielo en que la felicidad no son desenfrenos o embriagueces; en una sociedad narcotizada y que idolatra la vida de los narcotraficantes y demás “campeones del vicio”, que viven en un infierno de idolatrías, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes, que es lo que “no serviré” propone.
El que no vive para servir no sirve para vivir, el que ama a su hijo lo corrige, el que acepta el error o lo ignora, no tiene un corazón solidario con aquellos que tienen necesidad. No tiene misericordia el que dice a su hermano que está desnudo y necesitado de corrección y consejo; “ve en paz, haz lo que quieras, come y bebe, si no les das lo necesario para reparo del cuerpo, pero aún más importante, la guía de observancia moral para su salvación. Stg 2,15