El autor de la ley es Dios y la conciencia es la voz de Dios, es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste, está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella».
«La conciencia es la mensajera del que, a través de un velo, nos habla, nos instruye y nos gobierna».
El hombre contemporáneo vive «bajo la amenaza de un eclipse de la conciencia, de una deformación de la conciencia, de un entorpecimiento o de una anestesia de la conciencia».
Uno de los rasgos fundamentales del cristiano es esa conciencia de ser pecador.
La compunción es la tristeza por el pecado, no una tristeza amarga, sino en la paz de la humildad. «La tristeza conforme a Dios origina una conversión salvadora, de la que nunca tendremos que lamentarnos; en cambio, la tristeza producida por el mundo ocasiona la muerte» (2 Cor 7,10).
«Si pudiera ver todos mis pecados, tres o cuatro hombres no serían bastantes para lamentarlos con sus lágrimas» decía un padre del desierto. Y otro explica la causa de esa actitud: «Cuanto más el hombre se acerca a Dios, tanto más se ve pecador”.
Pero ese acercamiento a Dios, a su bondad, a su hermosura, explica a su vez por qué la compunción no es sólo tristeza, sino también gozo inmenso y pacífico, un júbilo que a veces conmueve el corazón hasta las lágrimas.
«El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado». Esta afirmación de Pío XII (Radiomensaje 26-X-1946) es recogida por Juan Pablo II, que señala varias causas: -«Oscurecido el sentido de Dios, perdido este decisivo punto de referencia interior, se pierde el sentido del pecado». -El secularismo, «que se concentra totalmente en la herejía del hacer y del producir, embriagado por el consumo y el placer, sin preocuparse por el peligro de «perder la propia alma», no puede menos de minar el sentido del pecado. Este último se reducirá a lo sumo a aquello que ofende al hombre». O a la naturaleza, como los seguidores de la Pachamama.
Pero «es vano esperar que tenga consistencia un sentido del pecado respecto al hombre y a los valores humanos, si falta el sentido de la ofensa cometida contra Dios, o sea, el verdadero sentido del pecado».
Hombres que «por no culpar o por no poner frenos a la libertad, llevan a no reconocer jamás una falta». -La sociología conduce a lo mismo, si tiende a «cargar sobre la sociedad todas las culpas de las que el individuo es declarado inocente». «a fuerza de agrandar los condicionamientos de la masa que actúan en el hombre, limitan su responsabilidad individual, al extremo que no reconoce su responsabilidad y su la posibilidad de pecar». -Una ética afectada de historicismo «relativiza la norma moral, negando su valor absoluto e incondicional, y niega, consecuentemente, que puedan existir actos intrínsecamente malos». Como lo hace la antropología cultural cuando reduce a mitos y leyendas el Cristianismo, o a la fabricación del hombre de creencias, entre las cuales, está el mismo Dios.
“El mal procede de la desobediencia y el rechazo con que la criatura humana desde su libertad responde a Dios y a sus amorosos designios”
El sentido del pecado es el juicio de la conciencia por el cual juzgamos como ofensa a Dios los actos que se oponen a la ley moral; el sentimiento de culpabilidad es el pesar por ser los autores de tal transgresión y se presenta como remordimiento de conciencia.
El sentido del pecado manifiesta en cierta medida nuestro «sentido de la realidad», porque expresa que vemos las cosas tal como son, y en este caso, los actos deformes como deformes.
No importa que algo sea licito para la ley de hoy, si es moralmente inaceptable, no podemos pasar por encima de la conciencia y permitirlo.
Si una ley permitiera a las ratas volar no por ello les saldrán alas. Igualmente, si una ley permite matar no por ello nos volveremos asesinos.
Lo mismo se aplica a todos los mandamientos y el mas atacado es el primero.
















