El 1 de Enero de 1980 el Papa Juan Pablo II advirtió sobre lo que se cierne sobre el mundo.
“Recientemente he recibido de algunos científicos una previsión sintética de las consecuencias inmediatas y terribles de una guerra nuclear. He aquí las principales:
— La muerte, por acción directa o retardada de las explosiones, de una población que podría oscilar entre 50 y 200 millones de personas.
— Una reducción drástica de recursos alimenticios, causada por la radioactividad residual en una amplia extensión de tierras utilizables para la agricultura.
— Mutaciones genéticas peligrosas, que sobrevendrían a los seres humanos, a la fauna y a la flora.
— Alteraciones considerables en la franja de ozono de la atmósfera, que expondrían al hombre a incógnitas mayores, perjudiciales para su vida.
— En una ciudad embestida por una explosión nuclear la destrucción de todos los servicios urbanos y el terror provocado por el desastre impedirían ofrecer los socorros mínimos a los habitantes, creando una obsesión terrible.
Bastarían sólo 200 de las 50.000 bombas nucleares, que se estima hay ya, para destruir la mayor parte de las ciudades más grandes del mundo. Es urgente, dicen esos científicos, que los pueblos no cierren los ojos sobre lo que puede representar para la humanidad una guerra atómica.”
La guerra siempre se hace para matar. Es una destrucción de vidas concebidas en el seno de la madre. La guerra va contra la vida y contra el hombre. La Maternidad de María, es un anuncio de paz. La Maternidad, efectivamente, revela el deseo y la presencia de la vida; manifiesta la santidad de la vida. En cambio, la guerra significa destrucción de la vida. La guerra en el futuro podría resultar una obra de destrucción absolutamente inimaginable de la vida humana.
Cuando Juan Pablo II fue a Japón por primera vez en calidad de sumo pontífice en 1981, visitó Hiroshima y Nagasaki, ciudades donde se lanzaron las bombas atómicas. En aquella ocasión emitió un mensaje al mundo desde Hiroshima (“La guerra es obra del hombre. La guerra es muerte”) que tuvo un gran impacto, no solo en Japón, sino también en el resto del mundo, y contribuyó a reforzar el movimiento por la paz y la abolición de las armas nucleares.
«La guerra es la destrucción de la vida humana, es la muerte»,
«Las divergencias de ideologías, aspiraciones y exigencias deben resolverse con medios que no sean la guerra y la violencia», dijo Juan Pablo II ante el Monumento a la Paz en Hiroshima, la ciudad víctima de la primera bomba atómica, que causó más de 100.000 muertos y quedó materialmente arrasada.
El vaticano ha anunciado que participará en los Olimpicos de 2024
El Vaticano estará presente en París 2024 con un representante para la asistencia religiosa, pero en cuanto a la participación en los juegos, con Athletica Vaticana, hay un proceso complejo a seguir y no depende solo de La Santa Sede. “Si alguna vez se hace realidad, tendrá una función fundamentalmente simbólica, no vamos a competir por medallas”. Se compite evitando «hacer el ridículo, pero es una presencia simbólica».