¿Hubo antes de la era llamada moderna una civilización distinta de la que goza, o al menos procura el mundo de nuestro tiempo?
En efecto, la hubo, y la hubo en Francia y en Europa: fue una civilización llamada; la civilización cristiana.
¿En qué se diferencian estas dos civilizaciones?
Se diferencian por la concepción en que ellas fundan el fin último del hombre, y por los efectos diversos e incluso opuestos que de una y otra concepción proceden dentro del orden social como dentro del orden privado.
―En buscar la felicidad, está la fuente de todo bien, y la fuente de todo mal es buscar lo contrario.
Desde la creación del género humano el hombre fue engañado. En lugar de creer en la palabra de Dios y de obedecer a sus mandamientos, Adán escuchó la voz seductora que le decía poner su fin en sí mismo,
Su palabra como sus acciones invertían todas las ideas vigentes hasta entonces. El decía: ¡Bienaventurados los pobres! ¡Bienaventurados los mansos, los pacíficos, los misericordiosos! ¡Bienaventurados los puros! Antes de Él venir al mundo, se decía: ¡Bienaventurados los ricos! ¡Bienaventurados los que dominan! ¡Bienaventurados los que están en condiciones de no rechazar en nada a sus pasiones!
Entonces, ¿dónde se encuentra la felicidad y la ver-dadera vida, si no es en la tierra de los vivos? ¿Quiénes son los hombres bienaventurados sino aquellos que están con Dios? Son aquellos que ven bellos los días porque Dios es la luz que los ilumina, aquellos viven en la abundancia porque Dios es el tesoro que los enriquece. Porque Dios es el único bien que los satisface total-mente.
Del siglo I al siglo XIII, los pueblos se fueron convirtiendo a medida que atendían a esta predicación, y el número de los que hicieron de esta luz la norma de sus vidas fue cada vez más grande. era el principio de la nueva civilización, de la civilización cristiana que debía regir, el espíritu de sacrificio opuesto al ideal pagano, al espíritu de gozar que había inspirado a la civilización antigua y pagana. observa Montesquieu: ―La religión cristiana que no busca otro objeto que la felicidad en la otra vida, hace incluso más feliz la vida presente‖.
tuvo su punto culminante en el siglo XIII. San Francisco de Asís y Santo Domingo, con sus discípulos San Luis de Francia y Santa Isabel de Hungría, acompañados y seguidos de tantos otros, mantuvieron por un tiempo el ideal que había sido alcanzado por la imitación que había excitado dentro de las almas los ejemplos de desprecio de las cosas de este mundo, de la caridad con el prójimo y del amor de Dios que habían dado tantos otros santos.
mientras que la civilización cristiana eleva a las almas y conduce a los pueblos a la paz social y a la prosperidad incluso temporal, la leva-dura de la civilización pagana, tiende a producir los efectos contrarios; la búsqueda de todos los placeres, y para obtenerlos, la guerra, de hombre a hombre, de clase.
El pagano no ambiciona-ba, no buscaba nada más allá que el goce de la vida; y la sociedad pagana estaba organizada con el fin de procurarse estos bienes tan abundantes y esos placeres tan refinados o incluso hasta groseros a que pueden llegar, y solamente para aquellos que estaban en condiciones de obtenerlos.
la tierra es el laboratorio donde se forman las almas, donde se reciben y se desarrollan las facultades sobrenaturales de las que el cristiano, después de haber terminado su paso en esta vida, gozará en la celestial morada. Así como la vida embrionaria es en el seno materno, ya que también es una vida, pero una vida en formación, y en donde se elaboran los sentidos que tendrán que funcionar en la estancia terrestre: los ojos con los cuales contemplará la naturaleza, el oído que recogerá sus armonías, la voz que allí pronunciará sus cantos. El hombre no está en la tierra para gozar y morir, sino para prepararse para la vida de lo alto. Y para merecerla.
―Todo lo que hagan, dice el apóstol San Pablo, ya sea de palabras o en obras, hacerlas todas en nombre de Nuestro Señor Jesucristo… Trabajad en agradar a Dios en todas las cosas, y fructificaréis en toda buena obra. (Colos., I-10 y III-17) ―El egoísmo lleva-do hasta el menosprecio de Dios constituye la sociedad comúnmente llamada ―el mundo‖, el amor de Dios llevado hasta el menosprecio de sí mismo produce la santidad y puebla la ―ciudad celestial.
La esclavitud desapa-reció, y en vez de los poderosos someter a sus hermanos, se les ve santificarse hasta el heroísmo para procurarles el pan de la vida espiritual, para elevar a las almas y santificarlas. La guerra no fue más hecha para apoderarse de los territorios de los otros y tomar a los hombres y mujeres como esclavos, sino para romper los obstáculos que se oponían a la extensión del reino de Cristo y obtener a los esclavos del demonio la libertad de los hijos de Dios. La posesión de los bienes temporales para el disfrute de que se puede obtener de ellos, no fue ya el único e incluso principal objetivo de la actividad de los cristianos, al menos de los que estaban realmente imbuidos del espíritu cristiano, sino la posesión de los bienes espirituales, la santificación del alma, el aumento de las virtudes que son el ornamento y las verdaderas delicias de la vida de aquí abajo, y al mismo tiempo prendas de la bienaventuranza eterna. La nueva jerarquía social, fundada, ya no por la fuerza y sus abusos, sino sobre el mérito; en la parte baja, las familias que se aplicaron a la virtud del trabajo; al medio, aquéllas que, sabiendo juntar en el trabajo la moderación en el uso de los bienes que obtenían, fundaron la propiedad mediante el ahorro; en lo alto, aquéllos que denegaron del egoísmo, ascendieron a las sublimes virtudes de dedicación a los demás: pueblo, burguesía, aristocracia. La sociedad se estableció y las familias escalonadas en el mérito ascendente de las virtudes transmitidas de generación en generación.
Para llegar a esto, había procurado en primer lugar reformar el corazón del hombre; de allí vino la reforma de la familia, la familia vino a reformar al Estado y a la sociedad: vía opuesta a la que se quiere seguir hoy. la cristiandad era una extensa unidad política, un reino sin fronteras, habitado por múltiples razas. Los señores y los reyes habían aceptado la supremacía pontifical. Fue necesario que viniera el protestantismo para destruir esta obra.
Esta autoridad fue contradicha, insultada y golpeada por la violencia y por la astucia del rey Felipe IV, en la persecución que hizo sufrir al Papa Bonifacio VIII; esa misma autoridad fue también reducida, por la complacencia de Clemente V hacia este mismo rey, el papado fue trasladado a Avignon en 1305. Urbano VI no debía volver a entrar a Roma hasta 1378, todo estaba listo para el gran cisma de Occidente que iba a durar hasta 1416 y que descabezó por un tiempo al mundo cristiano.
De esta manera, el poder comenzó a prevalecer sobre el derecho, como era antes de Jesucristo. Se ve renacer el carácter pagano de conquista y perderse el carácter de liberación. Hasta nuestros días, con la caída y la ocupación de Roma, la impasibilidad de Europa ante la masacre de los cristianos por los turcos, y la inmolación de un pueblo por las codicias, todo eso es fruto del espíritu pagano.
el período de transición que conecta la Edad Media con los tiempos modernos. A esa época, se le dio el nombre de Renacimiento.
―Bajo la influencia de una admiración excesiva, se podría decir enfermiza, pa-ra las bellezas de los escritores clásicos, se enarbola abiertamente el estandarte del paganismo; los adherentes de esta reforma pretendían modelar exactamente todo bajo el prisma de la antigüedad, las costumbres y las ideas, restablecer la preponderancia del espíritu pagano y destruir radicalmente el estado de cosas existente, cuestionados por ellos como estando en decadencia.
La influencia desastrosa ejercida dentro de la moral por el humanismo se hizo sentir temprano y de una manera espantosa en el ámbito de la religión. Los adherentes del Renacimiento pagano consideraban la filosofía antigua y la fe de la Iglesia, como dos mundos enteramente distintos y sin ningún punto de contacto.