El papa Juan Pablo denuncia en la encíclica “Veritatis Splendor” que “La humanidad está siendo atacada por corrientes de pensamiento que pretenden erradicar la verdad y la libertad humana, que rechazan la ley natural y su permanente validez”.
Las enseñanzas morales de la Iglesia basadas en los Mandamientos, pretenden ser sustituidos por “valores” y se opina que la ley Moral de la iglesia no debe intervenir más que para «exhortar a las conciencias» y «proponer valores» en los que cada cual, basará después autónomamente sus decisiones y opciones de vida.
Cuestionándose los mandamientos de Dios, presentándolos como incapaces de iluminar las opciones cotidianas de cada persona y de la sociedad entera, porque “Los que siguen los Mandamientos pecan de cobardía” 0 “Es humanamente imposible cumplir los mandamientos”.
Busca adormecer el poder de la conciencia para «Distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto» Rm 12,2.
Olvidan que la moralidad de los actos está definida, como ley eterna, por la sabiduría de Dios que ordena todo ser a su fin. Contradicen el hecho de que hay actos intrínsecamente malos, independientemente de las circunstancias, que son ilícitos por razón de su objeto, que corrompen la civilización humana.
Ya decía pablo VI que “Es ilícito tolerar un mal menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande, Ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien” “Hagamos el mal para que venga el bien? La condenación de éstos es justa”. Rm 3, 8
“Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el reino de Dios” 1 Co 6, 9-10.
Si los actos son intrínsecamente malos, una intención buena o determinados “factores atenuantes”, no pueden cambiar el hecho de que son actos irremediablemente malos.
«En cuanto a los actos que son por sí mismos pecados como el robo, la fornicación, la blasfemia u otros actos semejantes, ¿quién osará afirmar que cumpliéndolos por motivos buenos, ya no serían pecados o —conclusión más absurda aún— que serían pecados justificados?» san Agustín.
La doctrina del objeto, establece el fin o propósito del ser, en función de la causa final, o causa de lo bueno y justo, por tanto rechaza la opinión que considera imposible calificar como mala, la elección deliberada de algunos comportamientos o actos, prescindiendo de la intención, ya que existe una meta, fin o propósito, trascendente al propio suceso, que constituye su explicación o sentido.
Sin esta determinación racional de la moralidad del obrar humano, es imposible afirmar un orden y establecer normas, que obliguen sin excepciones.
Quien dice una herejía, “está objetivamente en situación de pecado mortal público y no puede ser admitido en la comunión”. “Se llama herejía a la negación pertinaz… de una verdad…o la duda pertinaz sobre la misma”, dice el canon 2089.
“Elegir deliberadamente… sin arrepentimiento, el pecado conduce a la muerte eterna”, Canon 1874.
























