Los estigmas son señales o marcas que aparecen de forma espontánea en el cuerpo de algunas personas, casi siempre místicas, Estas heridas son similares a las infligidas sobre Jesús de Nazaret durante su crucifixión, y van precedidas y acompañadas de tormentos físicos y morales. Suelen aparecer en las manos, pies y costado derecho, y a veces también en la cabeza y en la espalda, lo que recuerda la coronación de espinas y la flagelación de Jesús de Nazaret.
La Iglesia afirma que son participación de los sufrimientos de Jesús y reconoce algo más de trescientos casos de estigmatizados; estos pueden ser visibles o no, sangrientos o no, permanentes o no. Los estigmas invisibles, según la Iglesia católica, pueden producir tanto dolor como los visibles.
Mientras que las heridas comunes cicatrizan, las ciencias médicas no logran la curación de los estigmas mediante tratamiento alguno.
A diferencia de las heridas naturales de cierta duración, las de los estigmatizados no emiten olores fétidos. con una sola excepción conocida: la de santa Rita de Casia (1381-1457), quien habría recibido en su frente una herida causada por una espina arrancada de la corona de Jesús crucificado. En cambio, al morir, el cadáver de santa Rita emitía una intensa fragancia dulce.
A veces las heridas emiten aromas exquisitos, como en los casos de Juana de la Cruz, priora franciscana del convento de Toledo, y la beata Lucía Brocadelli de Narni (1476–1544) una mística católica italiana, beatificada en 1710.
Según Antonio Royo Marín, la teoría racionalista de que los estigmatizados desearon recibir las llagas para parecerse a Jesucristo crucificado no resiste el análisis de la crítica histórica, por la sorpresa que todos experimentaron, y por las constancias históricas de que todos los estigmatizados reconocidos por la Iglesia católica suplicaron, no que se les retirase el dolor, sino las señales visibles de los estigmas.
Se cree que San Pablo pudiera haber sido el primer estigmatizado. El mismo Pablo dice en Gálatas 6:17: «De ahora en adelante nadie me cause problemas, porque yo llevo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús».
La virgen María, habría llevado los estigmas invisibles a juzgar por la profecía de Simeón “será para ti una espada que traspasará tu alma, a fin de que sean descubiertos los pensamientos ocultos en los corazones de muchos». Luc 2, 35. La virgen participa de forma mística de la pasión de Cristo y le acompaña a los pies de la Cruz.
El primer caso documentado fue el de San Francisco de Asís.
Los estigmas le aparecieron a los 42 años, mientras estaba en un retiro espiritual, el 14 de septiembre de 1224, día de la Santa Cruz. San Francisco llevó los estigmas durante el resto de su vida y murió en de octubre de 1226.
Santa Catalina de Siena en 1375, con 28 años, experimentó un tipo particular de estigma. Santa Catalina llevó los estigmas invisibles, con todos sus dolores, hasta su muerte en 1380, a la edad de 33 años.
Ana Catalina Emmerick, en 1813, tuvo una enfermedad que la inmovilizó en su cama de forma permanente y comenzó a sufrir los estigmas y a alimentarse únicamente de una hostia consagrada diaria. Tuvo trances místicos donde viajaba en el tiempo y vivía momentos de Cristo y de la Virgen María. Murió en 1824 a los 50 años.
San Padre Pío fue el estigmatizado más famosos y estudiado de todos los tiempos. Como monje capuchino vivió desde 1914 hasta su muerte en el pueblo de San Giovanni Rotondo. Celebraba su misa sin guantes y se le podía notar sus estigmas. Oía hasta 18 horas diarias de confesiones. Tenía el don de leer los corazones y manifestarse en más de dos lugares al mismo tiempo. Los estigmas desaparecieron de su cuerpo tres días antes de su muerte, el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años en San Giovanni Rotondo, sus heridas olían a rosas y luego de morir, encontraron su cuerpo incorrupto y aun hoy se conserva en perfecto estado, será que el pecado es el que corrompe?