Los hábitos, por razón de su moralidad se dividen en buenos y malos. Los primeros constituyen las virtudes; los segundos, los vicios. De manera que las virtudes, en general, son hábitos operativos buenos; y los vicios son habitos operativos malos.
se llaman virtudes adquiridas los hábitos operativos buenos que el hombre puede adquirir con sus solas fuerzas naturales.
Las virtudes adquiridas se dividen en las intelectuales y las morales. Las primeras son perfecciones del entendimiento mismo. Las morales residen en el apetito (racional o sensitivo) y se ordenan a las buenas costumbres. Las virtudes intelectuales, Son cinco : entendimiento, ciencia, sabiduría, prudencia y arte. Las tres primeras residen en el entendimiento especulativo, que se dedica a la contemplación de la verdad; y las dos últimas, en el entendimiento práctico, que se ordena a la operación.
Las virtudes morales tienen por objeto inmediato y directo, la honestidad de los actos humanos. Regulan toda la vida moral del hombre, poniendo orden en su entendimiento, voluntad y pasiones concupiscibles e irascibles.
El término virtud deriva del vocablo latino vir, varón, el cual a su vez viene de vis, fuerza. De esta manera la virtud, en un sentido originario, sería la fuerza propia del hombre. Es una disposición permanente que inclina, de un modo fuerte y firme, a una potencia para actuar conforme a la recta razón. Por eso constituye una cierta perfección o complemento de la potencia. “El nombre de virtud denota una cierta perfección de la potencia. Ahora bien, la perfección de cada ser se considera principalmente por orden a su fin. Pero el fin de la potencia es el acto. Por consiguiente, se dice que una potencia es perfecta cuando está determinada a su acto”.
La teología cristiana, a partir del estudio de las escrituras, en comparación a las virtudes filosóficas, a determinado dos tipos de virtudes morales, teologales y Cardinales:
Las virtudes teologales, como consta expresamente en la Sagrada Escritura: «Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad» (1 Cor. 13,13). Lo enseñó manifiestamente el concilio de Trento (D 799 800 821) y lo admiten unánimemente todos los teólogos católicos sin excepción.
Las virtudes teologales son principios operativos con los cuales nos ordenamos directa e inmediatamente a Dios como fin último sobrenatural. Tienen al mismo Dios por objeto material y uno de los atributos divinos por objeto formal. Son estrictamente sobrenaturales y sólo Dios puede infundirlas en el alma.
Las virtudes cardinales: Como su nombre indica (de cardo cardinis, el quicio o gozne de la puerta), ya que sobre ellas, como sobre quicios, gira y descansa toda la vida moral humana. Y son cuatro, La prudencia dirige el entendimiento práctico en sus determinaciones; la justicia perfecciona la voluntad para dar a cada uno lo que le corresponde; la fortaleza refuerza el apetito irascible para tolerar lo desagradable y acometer lo que debe hacerse a pesar de las dificultades, y la templanza pone orden en el recto uso de las cosas placenteras y agradables.
Prudencia
Fortaleza
Justicia
Templanza













































