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Conciencia

La palabra conciencia viene del latín cum scientia, esto es, con conocimiento.

Tiene dos sentidos principales:

El primero Expresa el conocimiento que el alma tiene de sí misma o de sus propios actos. Es la llamada conciencia psicológica. Su función es testificar, e incluye el sentido íntimo y la memoria.

El segundo Designa el juicio del entendimiento práctico sobre la bondad o maldad de un acto que hemos realizado o vamos a realizar. Es la conciencia moral.

La conciencia, no es una potencia (como el entendimiento) o un hábito (como la ciencia), sino un acto, producido por el entendimiento a través del hábito de la prudencia adquirida o infusa.

El oficio de la conciencia es juzgar del acto que vamos a realizar aquí y en este momento; es la regla a la que hemos de ajustar nuestra conducta. Pero, secundariamente, pertenece también a la conciencia juzgar del acto ya realizado. En este último sentido se dice que la conciencia nos da testimonio (con su aprobación o su remordimiento) de la bondad o maldad del acto.

Por esta razón juzgar es el oficio de la conciencia, sin un juicio, no podemos determinar lo bueno o malo de un acto. Asi que la conciencia de ningún modo es autónoma (como quieren Kant y sus secuaces) y que es falsa aquella libertad de conciencia proclamada por los racionalistas, que consideran a la propia conciencia como el supremo e independiente árbitro del bien y del mal.

LA SINDÉRESIS, es el hábito de los principios morales, la obligación de obrar el bien y evitar el mal. La conciencia, en cambio, dicta lo que hay que hacer u omitir en un caso concreto y particular.

San Jerónimo compara la sindéresis a una «centellita» encendida por Dios en nuestro entendimiento. Esta centellita nunca se apaga, ni en la tierra, aunque el hombre se envilezca por el pecado; ni en el cielo, ni en el infierno. Santo Tomás dice expresamente que la centella de la razón no puede extinguirse por el pecado mientras permanezca la luz del entendimiento. Esta sindéresis permanece en los condenados y es la causa primaria de aquel “gusano roedor” de que nos habla el Evangelio (Me. 9,43), y que no es otra cosa que una perpetua acusación y remordimiento de los pecados cometidos, que atormenta la conciencia de aquellos desgraciados.

San Buenaventura describe la conciencia: « como el pregonero y embajador de Dios; y lo que nos dice, no lo manda como de parte de sí misma, sino como de parte de Dios, como el pregonero cuando divulga el edicto del rey» .

La conciencia cauterizada. Es aquella que, por la costumbre de pecar, no le concede ya importancia alguna al pecado y se entrega a él con toda tranquilidad y sin remordimiento alguno.

Hay que acostumbrarse a oír la voz de la conciencia, que es el eco de la voz de Dios.

«¡Oh Dios, de quien procede todo bien!, da a tus siervos suplicantes que pensemos, inspirándolo tú, lo que es recto y obremos bajo tu dirección, nosotros como católicos tenemos el sentido de Cristo» (1 Cor. 2,16), que es la garantía más segura e infalible para la recta formación de la conciencia. Los Santos por la práctica de la virtud heroica, se han dejado dominar enteramente por el Espíritu Santo, que, les posee y gobierna con sus luces divinas, haciéndoles penetrar hasta lo más hondo de Dios (1 Cor. 2,10).

Por #bottegadivina

Bottega Divina es un Canal dedicado a aplicar la tradición moral Cristiana a situaciones críticas en la política y la sociedad. Abogamos y velamos por la aplicación de los principios fundamentales de la sociedad, como el derecho natural, en los ámbitos políticos y sociales.

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